Ir al contenido principal

Beta

Cinco sonrisas dibujadas en cinco rostros adolescentes. Sonrisas de orgullo y satisfacción. De primera vez. De haber alcanzado el éxito. 


Álvaro también sonrió al contemplarse a sí mismo con su acné conquistando la piel de su frente, sus recién estrenados músculos y la camiseta fluorescente de "Team Wolf" que les había regalado el viejo Zakk. 


La fotografía había perdido color y, en su superficie, se apreciaban pequeñas grietas, como si, las cicatrices de aquel grupo, se hubieran grabado también sobre el papel. 


El intrépido Jared. La indomable Bell. La dulce Nanik. El perezoso Gael. Y él. 


Allí estaban todos. Divertidos y agotados, tras una semana de lo más excitante y peligrosa. De barro y lluvia, de enfados idiotas, senderos perdidos y ciervos crudos. Donde los cadáveres de otros tres humanos les acompañaban en la imagen, tres cazadores de licántropos que no volverían a usar sus balas de plata contra ninguna manada. 


Retratados desde hacía más de diez años, esa fotografía era el recordatorio de que eran licántropos. Y también humanos. De que, una vez cruzado el umbral de la adultez y de haber superado el ritual de iniciación, nunca podrían volver atrás. De que, tras aquella primera cacería, sus destinos los tendrían que escribir con sangre. 


- Fue un gran día… ¿Verdad? - La voz de Nanik llegó muy bajita hasta el cerebro de Álvaro, obligándole a regresar al presente. La loba, con un gesto de lo más entrañable, apoyó la espalda contra la del licántropo que, sentado en el suelo, arrugó la foto entre los dedos de su mano izquierda. - Ojalá… 


- ¿Ojalá qué? - La rabia se instaló en la mirada color miel de Álvaro y, cuando bajó hasta sus cuerdas vocales, escupió el resto de palabras una a una. Como dardos envenenados, las sílabas se fueron clavando en el alma de Nanik, hasta hacerla temblar. - ¿Ojalá qué? ¿Ojalá Jared estuviera aquí? ¿Eso lo que ibas a decir, Nanik? 


- Álvaro… - Retorciéndose de dolor, el corazón de la loba dejó de latir durante una fracción de segundo. Con mimo, las puntas de los dedos de Nanik escribieron las letras de Jared sobre un vientre que, a medida que pasaban los meses, se abultaba más y más. Como respuesta al nombre paterno, un diminuto pie se estampó contra su piel. - Álvaro… 


- ¡Jared nunca debió liderar la manada! ¡Zakk cometió un error eligiendole a Él! Ahora Jared está muerto y Bell… - Silencio. Todo se quedó en silencio a su alrededor. Hasta el palpitar furioso de la sangre de Álvaro contra su sien enmudeció de golpe. Arrepentido, bajó la cabeza y se mordió el labio para no gritar. Sus colmillos se clavaron en la carne con extremada fuerza y, solo cuando el sabor ferroso se apoderó de su paladar, dejó de ejercer presión. - Lo siento… Nanik… Yo…


- Tú… Solo haces lo que le prometistes a Bell… ¡Protegernos a todos! Y, tienes razón, Zakk se equivocó. Jared nunca debió liderar la manada… Nunca debió enfrentarse a la “Hermandad Roja” y, mucho menos, sin contar con el apoyo del resto de los clanes. - Torpe y graciosa, la loba se levantó y, tras borrar el rastro que las lágrimas acababan de dejar sobre sus mejillas, contempló al licántropo con preocupación. Delicada, Nanik rodeó a Álvaro y se arrodilló frente a él. Con muchísima dulzura, abrió su puño izquierdo, para que la foto pudiera volver a respirar. - Álvaro… 


El licántropo no respondió. No pudo hacerlo. Sumido todavía en su silencio, Álvaro, tras un diminuto beso protector en la frente de Nanik, se puso de pie y se refugió en su autocaravana negra. En muy pocas horas, el sol saldría para dar la bienvenida a un nuevo amanecer y, con él, tendría que tomar una difícil decisión.  


Enfurruñado, cansado y con infinitas ganas de dejar de pensar, el licántropo se observó a sí mismo en el espejo de su habitación. Nada parecía quedar de aquel adolescente lleno de granos, músculos incipientes y sonrisa inocente. Había cambiado demasiado. Se había hecho fuerte. Se había convertido en un hombre, en un líder nato, en el Beta que la manada necesitaba. Y, en aquel camino hacia el liderazgo, había perdido a su mejor amigo. 


¿Perdería también a Bell? 

¿Descubriría el cazador que su acompañante era el Alpha que llevaba meses buscando? 

Con Nanik embarazada y Gael reuniendo aliados entre los clanes vecinos... ¿Podría proteger a la manada?


A pesar de todo el dolor rabioso y las dudas que le retorcían las entrañas, Álvaro no pudo evitar sonreír cuando su mirada se posó sobre la sudadera que llevaba puesta. Una sudadera que, al igual que la foto, era un recuerdo del que nunca podría deshacerse. La prueba de que no se podía jugar al paintball, en un bosque, en una noche sin luna y con una prenda de vestir de color blanco. A pesar de los lavados, las diminutas manchas de pintura aún permanecían en la tela, allí donde los proyectiles de colores había impactado durante la despedida de solteros de Jared y Nanik. En aquella madrugada, donde aún eran cinco.


Donde aún… Donde aún no sabían que se verían inmersos en un exterminio y que, serían ellos, los que tendrían que enfrentarse a un cruel enemigo, dispuesto a eliminar a los Licántropos de la faz de la tierra. 




A Alex.

Por bautizar a Álvaro en un pasillo y dejarle la sudadera de recuerdo.




Alpha
Gamma



Comentarios

Entradas populares de este blog

Lágrimas De Unicornio

Alguien

Sin Pecado Concebida