Despertó
aterrado, sin saber donde estaba.
Vivo.
Estaba vivo.
Sabía que eso solo podía significar
que Asalhia había muerto. La Dadora de Sangre se había llevado a cabo.
Echó a correr, quizá aún hubiese
esperanzas.
Sentada sobre la
cama, Asalhia devoraba un libro.
Mihael adoraba a
ver a su esposa leer, pues sabía que en aquellos momentos, Asalhia estaba muy
lejos de allí, su mente volaba, absorbiendo conocimientos.
- ¿De qué trata? – Le
preguntó, colocándose junto a ella.
- Rituales de la Edad
Media. Hace un mes, hubo un seminario sobre ello y me resultó muy interesante.
- Quizá pueda
ayudarte. – Se ofreció.
- ¿A sí?
- No olvides que viví
en aquella es época...
- Es cierto… - Dudó
un poco al hacer la pregunta que bailaba en su lengua. - ¿Conoces la Dadora de
Sangre?
- No, nunca he oído
hablar de ella. – Mintió.
Pensó que nunca más
volvería a escuchar el nombre de aquel rito. La Dadora de Sangre había sido uno
de los peores ritos inventados por los brujos, pues, aunque su fin, quizá, era
positivo, sus consecuencias solían ser nefastas. Liberar a un Alma de la
Oscuridad era algo muy peligroso si no se estaba convencido de ello y, normalmente,
acababa con la muerte del sacrificado y del recibidor del sacrificio. No quería
exponer a su esposa al horror de aquello, pues ningún libro mostraría lo desagradable
que era. Él había asistido, por casualidad, a uno de ellos y juró que nunca más
volvería a presenciar algo así. Se podía respirar la Muerte y el Dolor durante
las horas que duraba aquel ritual. Tras la gran cantidad de muertes que produjo
durante la Edad Media se prohibió y acabó convirtiendo en un mito.
- Pues aquí hay un
capítulo dedicado por entero al rito...
- A veces, pienso que
lees mucha porquería… Rituales Sangrientos de la Edad Media… No creo que sea
apto para ti…
Sin
hacer ruido, forzó el portón de la entrada de la casa de Anuk.
Silencioso, como una sombra, se
deslizó por las escaleras, guiándose por el ruido metálico que hacían los dedos
de hojalata del brujo.
La escena que se desarrollaba en el
sótano lo paralizó.
Con extrema delicadeza las manos de
Anuk rozaban el cuerpo desnudo de Asalhia, con mimo acariciaba su mejilla como
si de un amante se tratase. Agachó su cabeza para situarse cerca de los labios
de su esposa y se dispuso a besarla.
Rabia. Angustia. Impotencia. Dolor.
Sus sentimientos se encontraron y
explotaron.
En un suspiro, Mihael se situó
delante de Anuk y lo empotró contra una estantería, haciendo saltar todos sus botes
y cacharros, estampándolos contra el suelo, donde se estrellaron.
El Vampiro golpeó al brujo hasta
desencajarle la mandíbula. Tras la descarga de adrenalina inicial, se encaró a
él.
- ¿Cómo
has podido?
- Es
sencillo… ves esos cortes… - Le dijo señalando las incisiones de las muñecas de
Asalhia. – Solo tienes que coger un objeto afilado y sentir como la carne se va
abriendo poco a poco. Me encanta.
El
brujo se rió ante la cara de despreció que se dibujó en el rostro de Mihael.
- Mihael…
¿Creías que sentiría escrúpulos porque ella era tu mujer? – Recalcó la palabra
“era” para dañar más a su antiguo amigo. – Pensé que me conocías mejor… Además,
mírala… Está tan hermosa… ¿Creías que me resistiría a ella?
Mihael no
comprendía lo que Anuk le insinuaba.
- ¿Sabes
cuál fue el pago por el ritual? – Sus dedos de chapa juguetearon en el cabello
de Asalhia.
Anuk practicaba la
necrofilia y pensaba violarla.
Mihael, por fin,
alcanzó a percibir lo que el brujo pretendía.
La
ira del Vampiro aumentó. Las venas de su cuello engordaban con cada provocación
y su corazón se esforzaba por mantenerse
dentro de su pecho. Cerró los puños. Sabía lo que hacer. Un golpe rápido y toda
su maldad moriría.
Anuk
pareció leerle el pensamiento y lanzó, de nuevo, sus envenenadas palabras
contra Mihael.
- Será
mejor que te marches… Querido amigo… Ya no tienes nada que hacer contra mí. No
es mi deseo matarte.
- Soy
más fuerte que tú. Lo sabes, viejo loco.
- Tal
vez, antes sí. Pero no ahora.
Mihael
se desconcertó, pero luchó por evitar que sus gestos lo delatasen.
Anuk le señaló un
espejo que colgaba en la pared y lo invitó a mirarse.
Incrédulo,
ante lo que vio, Mihael comenzó a comprender el verdadero significado de las
palabras de su esposa. “Te prometo que volverás a ver la Luz”. ¡¡Dios!!. Ahora
lo entendía. No solo había liberado su alma del infierno al que la lanzó cuando
se transformó en un vampiro, le había devuelto su mortalidad.
Ahora,
tras quinientos años, volvió a ver su reflejo.
- ¿Lo
comprendes ahora? – Se carcajeó Anuk, las palabras se le atragantaban
provocadas por su risa.
Sí. Lo entendía.
La sangre que latía
en su corazón era la de su esposa.
Se acercó a ella y
vio el terror reflejado en sus pupilas.
Hasta
aquel momento, cegado por la furia como había estado, no se había percatado de
la frialdad que desprendía el cuerpo de Asalhia. Parecía estar hecha de cera
descolorida. Una muñeca sin vida. Cerca de su pecho, un moratón violáceo era el
único color que se podía apreciar en ella.
- Se
le rompió el Corazón... – Escuchó la voz de serpiente de Anuk tras su oreja. – No
sufrió, si es lo que te preocupa. ¿Sabes que fue lo que más me gustó? El sonido
al resquebrajarse por tu culpa. Mihael… una vez más, has logrado acabar con las
cosas hermosas que te rodean. Ella ha muerto por ti… Dime, ¿te merecías tal
sacrificio?
Anuk
se colaba en su cabeza, llenándola de dudas. Aquel dolor estaba desgarrando su recién recuperada Alma,
la culpabilidad estrangulaba sus pensamientos. Y ahora ella estaba muerta.
Quizá
de nuevo fuese un mortal, pero Anuk no se saldría con la suya.
Las
velas, innumerables en aquel sótano, lanzaban llamaradas de fuego.
- Púdrete
en el Averno. – Le espetó Mihael al mismo tiempo que lanzaba una vela contra la
túnica del brujo.
Sin darle tiempo a
que reaccionase, cogió a Asalhia en brazos y la sacó de allí.
- ¿Te quedarás
conmigo para siempre?
- Sí.
- Aunque, para
siempre sea mucho tiempo… ¿Te quedarás conmigo?
Mihael le acarició
el rostro y besó su frente, prometiéndole su protección con aquel gesto.
- ¿A qué temes,
Asalhia?
- A que te marches y
me dejes sola.
- Yo nunca haría eso.
¿Y tú?
Agito su cabeza a modo de negación y se agarró a su
mano con fuerza.
¿Por
qué Asalhia le había engañado? ¿Por qué le abandonaba?
La angustia atenazaba su Corazón y
los remordimientos, por no haber previsto aquello y, eso, le estrujaban las sienes.
La casa de Anuk ardía a los lejos,
alertando a los vecinos que gritaban despavoridos, temiendo que el fuego
cercase sus casas y sus llamas destruyesen los objetos que hablaban de sus
existencias.
Se paró y envolvió el cuerpo de su
esposa con su abrigo.
La pérdida de Asalhia era algo tan
doloroso que hubiese dado gustoso su recién adquirida mortalidad por volver a
verla sonreír.
Necesitaba encontrar un lugar donde
poder estar solo con ella, donde poder despedirse.
Elevó la vista al cielo y se topó
con el Cerro de los Tormentos, lugar al que solía acompañar a su esposa a por
hierbas, flores, hojas medicinales… y supo que aquel sería el mejor lugar para el
descanso eterno de Asalhia, pues allí, ella parecía olvidar todos los males del
Mundo para ser libre.
Decidido se encaminó hacia el
sendero, con un único pensamiento, otorgarle su último amanecer.
- Mihael, te deseo… -
Sus susurros erizaban su piel.
Las manos de
Asalhia desabrochaban, con extrema lentitud provocadora, su camisa. Sus labios
buscaban con premura su boca para colmarla de besos.
Una danza cargada
de pecado que los acercaba más al paraíso, que cualquier acción bondadosa.
Una entrega de
cuerpo y alma para ser solo uno, para fundirse en un solo ente.
Las caricias
temblorosas de su primera vez…
Nota: Tercera parte de este relato... Y nada... Para la próxima la ultima... La verdad es que me encantaría reescribirlo porque le veo mogollón de fallos... Pero... Bueno, de momento se queda asi, por los Viejos Tiempos...
Y este relato... ¡Uff! Este relato lo escribí en el 2010 y rebuscando en el Cajón de Escritos Destartalados (que no es más que mi Disco Duro Externo) lo he encontrado... Y me apetecía publicarlo... ;)
Comentarios
Publicar un comentario