Hoy es de esos días en los que no sé por dónde empezar. No
sé si empezar por el principio o por el final. No sé si tengo ganas de una
terapia con dosis de Ficción Fantástica o, por el contrario, tener mi momento
de Realidad pura y dura. Si quiero volar o, tal vez, correr como una posesa. Si
necesito un abrazo, un momento de extraña soledad o ver gente desconocida.
Antes de irme de Retiro Playero, tenía pensado escribir
sobre los fascinantes libros de John Green y su Universo del Alma que, sin
querer queriendo, son capaces de tocarte esa patata que tenemos por Corazón y
hacerte sentir, replantearte mil cosas distintas para, unas páginas más allá,
hacer que dichos planteamientos vuelvan a girar… Son mágicos. Magia Literaria.
Hacía tiempo que no encontraba un autor tan sumamente maravilloso y, semejante
hazaña épica, es para escribir una reseña entera.
Me he hecho #MuyFan de la Regla de las Mayúsculas de Margo
Roth Spiegelman y su “Sí, creo firmemente en las mayúsculas aleatorias. Las
Reglas de las Mayúsculas son muy injustas con las palabras que están en medio.”
¿Por qué? Porque sí. Porque me gustan cierto tipo de licencias incorrectas y
rebeldes, catalogadas como Pequeñas Tonterías que no estorban, y, está muy claro que, meter una mayúscula en mitad de
una palabra porque te da la real gana, es una de ellas. Me gusta. Punto. MaYúscUlaS.
Debo confesar que, de las cuatro obras del Mágico Señor
Green, Ciudades de Papel, junto con Buscando a Alaska, me han llegado a lo más
profundo del Alma por diversas razones… Sus letras me han estado acompañado en
los momentos duros vividos, me he sentido muy identificada con Alaska (Fue el
segundo libro que leí tras Bajo La Misma Estrella… Alaska… Mi caótica y
especial Alaska…) y, después, como una mezcla entre la increíble Margot y el
genial Q (Ciudades de Papel es uno de
los libros más especiales que he leído en mi Vida y, por ello, ni quiero, ni
debo profundizar en Él, porque son de esos secretos que uno se guarda para sí
mismo, hasta el momento en el que deba ver la Luz y salir de la Caja de Zapatos
en la que se guardan todos los Recuerdos Mágicos) Supongo… Supongo que Alaska,
Margot y Q son distintas partes de mi misma. Y, mientras devoraba sus palabras
como una troglodita ávida de conocer un final que no quería que se produjese
entre lágrimas, me preguntaba si todos, si cada personita que pulula por este
firmamento de aceras desconchadas, no tendrá un poquito en su interior de
alguno de sus personajes…
También quería descuartizar la página 280 y 281 del Teorema
de Katherine que, aunque en mi Ranking Green, esté en último lugar, tiene
cierta conversación que me dejó meditando, dándole vueltas al coco de un lado a
otro, y era sobre la que iba a reflexionar en estas líneas… (Reconozco que
quise dejar de leer, quise dejar el libro,
pero… Esperaba el Momento-Mágico-Green en alguna de sus páginas y, lo cierto,
es que a mitad de historia todo empezó a cambiar… Así que me quedé con Colin,
con Hassan y Lindsey en Gutshot…)
Sí. Quería descuartizar las sílabas de esta imagen, que se
completaba con un “Estaba pensando que lo que has aprendido es como si un
adicto a la heroína dijese <<Mira, quizá en lugar de meterme cada vez más
heroína, lo que debiera hacer es no meterme heroína…>>” Y, en el fondo,
si se piensa muy bien, dicha frase está cargada de una lógica más que
aplastante. ¿El problema? Que no siempre es sencillo llegar a semejante
conclusión. Y, de llegar a ella, uno puede sentirse estúpido ante semejante
descubrimiento.
Pero… No tuve tiempo de escribir antes de irme a contemplar
el Mar, de bañarme con rayos de Sol y andar entre Silencios rotos por el rugido
de las olas… Y, entonces, tuve una revelación de esas mías, que aparecen sin
esperarse, que llegan en un momento y deciden quedarse a tu lado, así, sin más…
Cuatro días en el Sur, en esas Tierras de Al-Andalus,
cargadas de Leyendas y siglos de Historia. Cuatro días acompañada de mis
Perrunos y de nuestros canes alocados. Cuatro horas de viaje, en una furgoneta
gris metalizado, con buena musiquita resonando en los altavoces, seis Raros con
muy poco en común, que han llegado a formar una Familia Extraña, divertida, con
anécdotas únicas, con confidencias que duelen, pero que son escuchadas con
mucho cariño, casi como, si más allá de todo, tratásemos de aprender los unos
de los otros… Seis Raros y cuatro perros, con personalidad propia, con su
“¡¡Wuuuuuffff!!” estropea-siestas (Ese era mi Sam), con su glotonería de
“todo-lo-que-suene-y-haga-ruido” es comida, su “Soy un Cafre y molo por ello” y
su genial pose de “Si me hago daño en la patita… Dame mimitos, ¡por fi!” Cuatro
días… Una mala noche. Dos madrugadas de sueño dulce.
Duermo mal. Y eso no es nuevo. Así que la primera noche en
mi nuevo y efímero hogar fue… ¿Cómo definirla? Pues… Yo diría que con un asquerosamente
asquerosa. Duermo mal. Muy mal. Cama distinta, almohada distinta y cuarto
distinto que, a pesar de tener chimenea ficticia y cabecero de metal negro como
los que a mí me gustan, no era mi Reino de Sueño. Una hora, dos horas, tres…
Sam respiraba plácidamente, hecho una rosca sobre la colcha, escondido bajo la
manta, contra mi barriguita, mientras mi posición fetal, más que de niña tierna,
parecía de marcianito retorcido. La voz racional de mi cerebro nervioso (escribo
nervioso porque ese “miedo” a no estar en tu Lugar de Seguridad hacía que más
que nervioso fuese una hormiga eléctrica de pensamientos a mil por hora) se tomó
un segundo de descanso y susurró: “Cierra los ojos y piensa en algo bonito…”
Bonito.
Bonito: Agraciado, de cierta belleza.
Bonito.
No sé qué le pasó a mi Mente para dibujar la silueta de
Daryl Dixon, con sus aires de rebelde guarro (Guarro. Por mucho que me cueste,
debo reconocer que mi Amor Dixon está hecho una auténtica porquería, pero… ¡La
Imaginación es poderosa y no entiende de detergente cuando de Mitos Eróticos se
trata! #SeSabe), con ese chaleco y dos preciosas alas a la espalda, su ballesta
infernal… Y… ¿Vale? Soy una enamorada de Norman Reedus desde que, siendo una
perspicaz joven, lo vi en Rumores que Matan.
Pero allí estaba, en mitad de la noche, rodeada de Zombies
de Ficción, horribles, feos y deformes, mientras Daryl se afanaba en luchar
contra la Horda de Muertos… Bonito. Bonito son mis preciosos Unicornios,
las Hadas, un Dragón… Bonito es un día soleado, el bosque lleno de vida… Aunque,
una vez más debo reconocer que Daryl Dixon no solo es bonito, sino que, además,
entra dentro de esa clase de personajes literarios/cinematográficos de los que
me pillaría como una loca y por cuyo corazón lucharía sin pensarlo, ni dudarlo…
Por lo que, técnicamente, mi Mente hizo lo correcto… Al menos, al final y sin
saber qué hora era, me quedé dormida.
Las dos madrugadas que le siguieron a la Noche Daryl fueron
dulces, llenas de paz y tranquilidad. De una paz y tranquilidad que estoy
aprendiendo a manejar, relajándome (algo que siempre me ha resultado
prácticamente imposible…), dejando que mi Mente Loca se diluyese entre
pensamientos que no deseaba y recuerdos que ya son solo eso, simples recuerdos
de otro Tiempo. Y, entonces, es esa primera madrugada, con el eco de las risas
tras el FlexiCoco, el Amo y Señor del Party, y el impresionante pique de cartas
jugando al Uno, tuve mi Momento Revelación. Llegó sin más. Sin esperarlo. Y lo
vi todo muy claro.
Adiós. Llegó el momento de decir Adiós… De decirle Adiós a mi Dragón, de decirle Adiós a todos sus Días… Porque sus Días y mis Días habían
sido mágico, fascinantes, increíbles. Habían sido Días rápidos, tan fáciles,
tan intrépidos, tan imbéciles, tan dolorosos… Días que había sido paz,
plácidos, ingrávidos, tan espléndidos, tan románticos, tan Todo, tan Nada… Pero
había llegado el Final y yo debía, tenía y quería dar el salto, demostrar que
puedo. Que yo también puedo. Y lo he hecho. Lo estoy haciendo. Y sé que lo
seguiré haciendo, aunque el esfuerzo sea grande, mayor, aunque sea cuesta
arriba, aunque la corriente me zarandee y el viento haga piruetas entre los
ruedines de mi Unicornio. Porque es mi elección.
Playa. Sol. Mar. Olas intrépidas. Raros Perrunos. Canes
alocados, valientes y con dosis extras de jugueteo.
Eso fue lo mejor y lo mejor lo dejo para el final.
Me quedo con el Silencio de este Retiro Playero. Con ese
Silencio lleno de palabras mudas que no se tienen que transformar en sonidos,
porque puedes caminar por la arena al lado de mi Veterinaria sin decir
absolutamente nada y que no resulte incómodo, sino más bien una comunicación
extraña, tranquila, de la que no necesita nada, salvo estar al lado. Con ese
Silencio que invadía la furgo de vuelta a casa, un Silencio cansado, lleno de
las experiencias de unos Perrunos que convivían por primera vez, conociéndose
un poquito más, aceptando sus manías, disfrutando de las locuras del Músico
que, en verdad no eran una “pérdida de dignidad”, sino la Vida fluyendo entre
nosotros.
Me quedo con las pedazos de comilones en el jardín, una
increíble hora de cháchara ininterrumpida, de más risas, de confesiones que son
dolorosas, pero que se comparten como una especie de terapia. Personitas con
sus propias historias de Amor, de Dolor… Las anécdotas divertidas del Señor
Tensión, la bordería cortante e innata de Karate Woman y las experiencias
místicas de Gurú.
Me quedo con las siestas al calorcito del Sol de Diciembre,
Invernal, pero un calorcito gustoso, que tu Mente redirige para que sea Real,
aunque haga un poco de fresqui. Me quedo con el balancín, con las
respiraciones acompasadas y nuestros canes tumbados, tan tranquilos como sus
amos, relajados como lagartos sobre una roca.
Me quedo con los paseos por la playa y el rugido de las
olas, con esa sensación de Eternidad, de Infinito que siempre me transmite el
Océano. Esa mezcla de agresividad y salvajismo brutal en su máximo exponente
cuando enloquece entre temporales, mostrando toda su grandeza de Animal de Agua
y Sal, protector de Vida, Señor de Muerte, y esa dulzura, ternura y paz que
demuestra cuando su agitación no es más que un balanceo mimoso, una caricia
suave, que te transportar a algún Reino Encantado, lleno de Secretos y Seres de
Leyenda… Un Océano del que no puedo disfrutar como desearía, pero que cuando
sus Cantos de Sirenas me llaman, no puedo resistirme a dejarme embriagar por
los relatos fantásticos que dibuja mi Mente.
Me quedo con nuestros cuatro perros. Locos. Únicos.
Increíbles. Amigos de cuatro patas que no dejan de sorprendernos con sus baños
entre olas tras una pelota de tenis, con sus enormes agujeros en la arena, con
las carreras y los “corre que te pillo” con los que se retan unos a otros…
Miércoles. Hace dos días que regresé a mi Ciudad de Papel
tras el Retiro Playero del largo Fin de Semana que hemos tenido. Y estoy aquí,
en la sala de profesores del cole, tras una reunión con los papis de mis Piojos…
Reunión bastante interesante a la que solo han asistido una mamá y un papá de
los 16 alumnos que tengo, una conversación que no ha hecho más que reafirmarme
en todo lo que pienso y siento. Por ello, me gustaría terminar esta entrada
con la siguiente cita, cita que me suelo aplicar, que la he convertido en uno
de mis ideales y máximas:
"Para que triunfe el Mal, basta con que los Hombres de Bien no hagan nada..."
Edmund Burke
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