Un intrincado laberinto de tatuajes tribales decoraba su Piel. Dibujos que mutaban con cada Estación, cambiando formas y colores: Azul gélido cuando se acercaba el Invierno; Verde esperanza al estallar la Primavera; Aguamarina con la llegada del Verano y amarillo anaranjado al inicio del Otoño. La larga melena castaña, adornada con trencitas, rastas y abalorios de hueso, hacía juego con sus iris color ámbar, dotando a su Rostro de un brutal Atractivo Animal. Su cuerpo, semioculto por tejidos de piel de lobo y cuero, desprendía un ligero aroma a tierra mojada. Todo en Él era Humano, salvo las regias Astas de Ciervo que coronaban su cabeza: Dos protuberancias magníficas, recubiertas de un delicado terciopelo, que surgían de su cráneo, ramificándose con una Belleza Salvaje. Jamás olvidaré la primera vez que lo vi... Alto y esbelto, parecía surgido de las entrañas de un mito fantástico. Recuerdo que... Recuerdo que tuve que parpadear varias veces, guardarme un suspiro y morderme el labio
Él era un Hijo del Inframundo, nacido de las Entrañas más profundas de la Laguna Estigia. Ella era una Hija de la Luna, nacida entre el Brillo Incandescente de miles de Estrellas Fugaces. Él tenía el Corazón hecho Añicos. Ella tenía el Corazón hecho Pedazos. En un Día de Eclipse, donde la Luz se volvió Tinieblas, se cruzaron sin querer. Ella lo miró sorprendida, atraída por las Historias que contaban los Tatuajes de su Piel. Él se dejó Leer, permitiendo que sus Dedos descifraran los Dibujos que nunca Nadie había sabido Entender. En un Día de Eclipse, donde las Tinieblas se volvieron Luz, Demonio y Hada intercambiaron Añicos por Pedazos. Pedazos por Añicos. Entonces, Él dejó de tener el Corazón hecho Añicos. Y Ella... Ella dejó de tener el Corazón hecho Pedazos. Meses después de aquel Encuentro, Demonio tenía un Nuevo Tatuaje en el que hablaba de la Magia de Hada. Y Hada... Hada lo releía cada Noche.