Querida Lía:
Siete
años.
Ya
han pasado siete años.
Y,
todavía, siento palpitar la Cicatriz debajo de mi Pecho.
De
vez en cuando, me visitan los Fantasmas que hacían mis Madrugadas Eternas y que
pactaban con Morfeo para no dejarme dormir. Y, si cierro los ojos con mucha,
pero mucha Fuerza, puedo escuchar mis Puños golpeando con Rabia el colchón y
los Gritos que mi Garganta no podía emitir.
Siete
años… Y no he sido capaz de volver a leer… De volver a leerme.
¿Cómo
regresar a esas Palabras en las que Él lo inundó Todo hasta ahogarme?
¿Cómo?
¿Cómo
hacerlo?
¿Cómo
leer a quién era Yo entonces? A ese Yo que borraba la Tinta de sus Letras con
Lágrimas. A ese Yo perdido. Sin rumbo. Destartalado. Y dolorido.
Ochenta
y cuatro meses después. Tres relaciones fallidas. Una Micro-Historia de Amor de
Verano. Y dos Amores Platónicos.
Tres
relaciones fallidas. Pero… ¿Cómo no iban a serlo? Si, por aquel entonces, ni tan
siquiera podía quererme a mí misma. Ni mirarme en el Espejo. Ni contarme los Lunares
que forman constelaciones en mi Piel Desnuda.
Una
Micro-Historia de Amor de Verano. Una Legión de Besos bajo el amparo de la
música en una discoteca al aire libre. Un globo de Unicornio amarrado a mi
muñeca flotando entre la multitud. Una mini-cita sobre un puente de madera. Y
un Adiós sin un Después.
Dos
Amores Platónicos que me hicieron Volar y escribir Poesía. A los que les debo
una Verdad. Un Gracias por las Mariposas de mi Estómago. Y un Secreto escondido
en ese Rincón de mi Alma al que ningún Chico tiene acceso. Tal vez por Miedo… ¿Tal
vez por Miedo? ¡Es obvio que por Miedo!
¡¡Dioses!!
¡¡Siete!! ¡¡Siete años!! ¡¡Con todas sus madrugadas!! ¡¡Y con todos sus
amaneceres!!
Siete.
Siete años… ¿No es alucinante que hayan pasado siete años?
¡¡Y
mírame, Lía!!
¡¡He
conquistado el Castillo de Loarre con un puñado de PlayMobils!!
¡¡He
bailado sobre espuma de cerveza negra en un Pub de Galway!!
¡¡He
tocado el Cielo con la Punta de los Dedos en los Alpes!!
¡¡Me
he vestido de Rohirrim!! ¡¡Y tengo un Dragón viviendo en mi coche!
Bueno…
¡¡No puedo olvidar que he descubierto que me encanta hacer el payaso!!
He
tropezado. Me he caído. ¡Estoy llena de raspones! ¡Y soy presa fácil de
mosquitos y arañas! Hablo demasiado. No he dejado de escribir sobre todas las
paranoias que imagina mi Cerebro… Y… ¡Y tengo pendiente ir a una “Marcha
Zombie”!
Siete.
Siete
años.
Y
hoy… Hoy miro hacia atrás. Me saludo con
la mano. Y me siento Orgullosa de todo lo que he logrado. ¡Incluso de todas mis
idioteces! ¡Porque he de reconocer que soy experta en tonterías muy tontis!
En
fin… ¡Que no me quiero alargar más! ¡Ya sabes! ¡Me pongo a escribir y me olvido
de todo!
¡Espero
que tengas un Año Precioso!
¡Hasta
el que viene!
Como todos los
Octubres, durante los últimos siete, Lía se recordó a sí misma que había
sobrevivido a aquel “¡¡Estás Loca!! ¡¡No
tienes ni idea del Monstruo que puedo llegar a ser!!” y a las amenazas que
acompañaron al maldito mensaje de texto.
Y, como todos los
Otoños, desde hacía siete, Lía guardó la carta que se había escrito a sí misma
en una caja de zapatos y, en cuya tapa y con una caligrafía perfecta, se podía
leer “Las Cartas de Lía”.
A Vosotras.
A Mí.
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