Madrid. Septiembre del 2013.
- ¡Por Lucifer! – La exclamación que reverberó contra las cuerdas vocales de Marcus Giordano inundó de un fuerte acento italiano la estancia, alejando de su voz la dulzura y el meloso deje aristocrático con el que el LaSombra solía encandilar a sus víctimas. De etiqueta, bien trajeado y con una gabardina gris marengo de corte clásico, el Vampiro era incapaz de controlar unos nervios que empezaban a desatarse por todo su ser, ignorando el férreo control que solía tener sobre ellos. - ¡Estate quieto de una puta vez!
Rick Grimes. Rick Grimes. Rick Grimes.
Aquel nombre, aquel maldito nombre se había convertido
en un suplicio para Marcus Giordano. Un horrible y perverso castigo con el que
Caín debía sancionarle por todos los pecados que pudo haber cometido y no llevó
a cabo, o quizás… Quizás solo estaba inmerso en una puñetera Pesadilla y no
estaba allí, encerrado. Encerrado con un Loco. Un Loco que lo había obligado a
correr, a sortear Muertos Vivientes, a encararse con más de un Zombie cabreado,
mientras perseguía sin descanso a Rick Grimes en todo su esplendor, con sus
aires de Héroe y Protector de los últimos resquicios de la Humanidad, evitando
una masacre al más puro estilo “The Walking Dead”.
Cansado, harto, colérico y muy irascible, Marcus
Giordani, LaSombra, miembro importante del Sabbat. Traidor. Sin escrúpulos. Sin
conciencia. Cerró sus largos tentáculos de Negrura sobre el cuello del
Malkavian, usando así la Obtenebración a su antojo, disciplina que le permitía
jugar con la Oscuridad. Grande y deforme, la extremidad que configuraba, hacía
tan solo unos segundos, su brazo izquierdo, se bifurcó en cientos de
ramificaciones de Tinieblas que, rabiosas, se entrelazaron unas con otras,
formando dedos y garras alrededor de los hombros de Dreck De Rother, elevándolo
en el aire, agitándolo como si fuera una campanilla, apretujándolo hasta hacer
crujir sus huesos en un chirrido ensordecedor.
Marcus Giordano.
"Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos."
Nicolás Maquiavelo
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- ¡Por Lucifer! – La exclamación que reverberó contra las cuerdas vocales de Marcus Giordano inundó de un fuerte acento italiano la estancia, alejando de su voz la dulzura y el meloso deje aristocrático con el que el LaSombra solía encandilar a sus víctimas. De etiqueta, bien trajeado y con una gabardina gris marengo de corte clásico, el Vampiro era incapaz de controlar unos nervios que empezaban a desatarse por todo su ser, ignorando el férreo control que solía tener sobre ellos. - ¡Estate quieto de una puta vez!
Unos ojos de un fuerte verde esmeralda, muy intenso,
demasiado intenso para poder ser considerado un color real, le observaron con
una expresión de desconcierto y confusión, una mirada de extrañeza y sorpresa,
todo mezclado entre sí, brillando en la Oscuridad que reinaba en el interior de
aquellos iris que parecían provenir de otro Mundo. Dreck De Rother, más conocido
en aquella ocasión como Elderbar, apodo que se cambiaba en función de la Misión
en la que se veía inmerso, como si así pudiese ser mil personajes distintos,
sin dejar de ser un Malkavian, se agitó de forma frenética, con un tembleque
más propio de una culebrilla epiléptica que de un Bebedor de Sangre a punto de
entrar en frenesí. Todo su cuerpo se contorsionó con espasmos, los brazos se
retorcieron en un ángulo imposible, danzando al ritmo de alguna canción
absurda, mientras las piernas jugaban al charlestón, golpeándose contras las
paredes de aquel cubículo, un pequeño trastero cargado de muebles con aroma a
moho y a encierro perpetúo.
Cada movimiento descoordinado era una amenaza. Un
aviso. Una llamada de atención. Cada movimiento era todo lo que Dreck De Rother
era: Un Loco. Un puto Vampiro enloquecido por un Sire que había decidido tomar
como alumno a un adicto a las setas alucinógenas, con aires de gurú místico y
que había sido condenado por la Inquisición a una vida entre rejas. Condena de
la que se libró hábilmente, convencido de que había visto a Dios teñido de
Sangre, cuando en verdad, solo se había topado con un Caínita que acababa de
mandar al Más Allá al verdugo que iba a ajusticiarle.
Rick Grimes.
El Eclipse había sido Eterno, una tregua durante el
día, un pequeño resquicio de seguridad a plena luz del Sol, sin embargo… Los
segundos, minutos y horas parecían haberse detenido, transcurriendo en una
lentitud pasmosa, demasiado lenta hasta para un LaSombra acostumbrado a ver pasar
los Siglos a través de su mirada plateada, como si de años se tratase.
Rick Grimes.
Dreck De Rother. Loco. Cuerdo.
"Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura."
Edgar Allan Poe
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“Todo lo que soy ahora es un hombre en busca de su
esposa e hijo. Cualquiera que se interponga en mi camino, saldrá perdiendo…”,
la voz de Dreck De Rother, Elderbar, o la reencarnación del Agente Grimes, poco
importaba ya, retumbaba una y otra vez contra las neuronas del LaSombra, sin
descanso, sin parar, como un disco rayado, estropeado y chirriante, que no tenía
pensado detenerse nunca. Regio, poco dado a las bromas, ni a llamar la
atención, Marcus apretó los dientes, contrayendo la mandíbula en un intento de
dominación, en un intento de no estrangular al Malkavian, sin importarle muy poco
si así carecía de elegancia, si aquel acto iba en contra de ese Pacto de No Agresión
al que habían llegado mientras duraba la Búsqueda, la Misión. Aquella maldita
Misión que no tenía fin.
- ¿Qué? – La pregunta fue un gruñido tenso,
rabioso y enfurecido. Una sílaba molesta, grotesca y muy poco amigable. - ¿Qué?
¡Qué! ¿Qué?
De manera repentina, sin esperarlo, Elderbar detuvo sus
movimientos oscilantes bruscamente, quedándose clavado en el suelo, como si de
una estatua de piedra maciza se tratase. Su mirada verdosa se intensificó aún
más, unos iris muy hermosos, rasgados por multitud de relámpagos esmeraldas que
se cruzaban unos con otros, en una tormenta eléctrica de lo más bella.
- Marcus… - La Cordura. Un Malkavian cuerdo.
Imposible. Pero… Pero cierto. – Voy a llamar a Orión…
"¡Locura, dices! ¿Me temes? ¿Tienes miedo de lo que podría hacer, de lo que podría decir? ¡Qué reacción tan fascinante! ¿No la consideras algo molesta?" Cita Malkavian |
- ¿Por… - La Cordura se reflejaba en las
pupilas de Dreck De Rother con una seguridad infinita. Una seguridad tan
infinita que sobresaltó a Marcus, quien, después de todo, preferiría a un
Malkavian zumbado que a uno que no estuviese pirado. - … Qué? ¿Por qué? ¿Dreck?
- ¿Y por qué no? – La respuesta fue concisa,
escueta, dotada de nuevo de aquel tono de Locura. - ¿Eh? ¿Por qué no?
- ¡No empieces! – Los dedos del LaSombra,
sabios e inteligentes, precavidos a más no poder, se escondieron en los
bolsillos de la gabardina, antes de que en su Dueños volviesen a despertarse las
ansias homicidas. - ¡Joder!
- No sé de qué estás hablando… - Como un niño
pequeño, Elderbar se encogió de hombros, inocente y frágil a más no poder. Sin
apartar sus ojos esmeraldas, dulcificados de pronto, de Giordano, permitió a
sus manos rebuscar en la mochila de las Tortugas Ninjas que llevaba al hombro, durante
unos segundos interminables, hasta que la derecha se alzó triunfal, sujetando
su móvil con carcasa de dragones. – No… No lo sé…
Un tono. Dos tonos. Tres tonos.
Cuatro…
Silencio. El Assamita no
atendió la llamada. Y el silencio se reflejó en el rostro de Dreck con
preocupación e impaciencia. Una repentina premura que el Malkavian no sabía
explicar, pero que culebreaba por todo su ser con Miedo, con mucho, mucho Terror.
Un tono. Dos tonos. Tres
tonos. Cuatro…
Silencio.
Un tono. Dos tonos. Tres…
- ¿Diga? – La voz pastosa y cansada de Teo
encontró la forma de salir del auricular, escapando del oído del Malkavian que,
sin querer, había presionado el manos libres del teléfono. - ¿Diga?
- ¿Teo? Soy Rick… – Otra vez. Locura. Rick
Grimes. – Marcus y yo estábamos preocupados… Con tanto Zombie ha sido difícil encontraros…
- ¿Dreck? ¿Elderbar? ¿Eres tú? ¿Qué cojones
dices? – Refunfuños ahogados fueron las preguntas del Ghoul, protestas ahogadas
por el deber, por la mirada arrogante y peligrosa que Orión debía de estar
dedicándole. - No estoy para tonterías…
Me duele la cabeza…
- ¡Argggg! – El grito exaltado del Malkavian
provocó otro chillido similar al otro lado de línea, que no hizo más que poner
más nervioso al Vampiro. - ¡Putos zombies! ¿Te han comido mucho cerebro?
- ¡Joder! – Un nueva protesta se espetó
contra las paredes del trastero, dibujando las letras impresas en el eco
ficticio del cuchitril. – Estás con Marcus, ¿verdad? ¡Pásamelo!
No sin cierto recelo, aceptando el mandato imperativo y
silencioso que todo el cuerpo del LaSombra ordenaba, Dreck le pasó el teléfono
con una expresión de cachorrito indefenso, como si no fuera más que un pequeño
perro abandonado en una carretera, un animalito preso con un Amo perverso y
cruel, sin escrúpulos, ni remordimientos.
- ¡Eh! ¿Marcus? – Teo arrastró la voz, con
suavidad y pereza, tratando de recomponerse e ignorando los primeros síntomas
de la reseca que, ansiosos de agua para calmar la sed provocada por el alcohol,
empezaban a hacerse presentes en el estado anímico del ghoul. - ¿Qué le pasa a
ese Bicho?
- Nada… Sobrecarga de los circuitos… - Los
susurros de Marcus se hicieron extraños, raros, como si, la expresión de Terror
que se reflejaba en la sonrisa maniaca del Malkavian, empezasen a calar su
interior, provocándole unos escalofríos que no quería sentir. - Eso o se ha
vuelto a drogar a mis espaldas… ¡No hay quien le soporte!
- ¡Mentiroso! ¡Luzbel me quiere! ¡Me quiere! –
Sus pupilas se agrandaron, convirtiéndose en dos pozos de Sombras, de Tinieblas
tétricas. La sonrisa que se dibujaba en los labios agrietados de Elderbar se
amplió, entristecida, pero rodeada de aquella locura preocupante, que no dejaba
de tener ciertos matices de sensatez. - ¡Ella se preocupa por mí! ¡Y vosotros
por ella no! ¡Esta sola! ¡Lo sé!
"Las Almas inmortales...
¿Podrán vivir de Sombra y de Engaño?"
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- ¿Qué ha pasado? – El interrogante surgió
por el auricular con precaución, con un cierto tono de miedo prácticamente
imperceptible. - ¿Marcus?
- Nada. No ha pasado nada… - Los Tentáculos
de Sombra, dotados de vida propia, sentaron al Malkavian sobre una mesa y, muy
lentamente, como si estuvieran saboreando y alimentándose del Terror del
Vampiro, se fueron retirando en una caricia lenta, delicada, pero letal. -
¿Estás con Orión?
- Sí. Te envía saludos…
- ¿Dónde estáis? – El brazo izquierdo de
Marcus se volvió de carne, de huesos, tendones y músculos, dejando tras de sí
una especie de aura negra, allí donde la gabardina se había roto, dejando al
descubierto la piel morena del italiano. - ¿Y Luzbel?
- En un piso… Cerca de la Divina Comedia.
Estuvimos allí ayer… ¿Te acuerdas? Y…
Interferencias. Silencio.
Interferencias.
Batería baja.
Si quieres saber cómo continúa... Memoria Fotográfica Capítulo 2 (Parte 1)
Nota para Curiosos: Los Clanes Vampirícos de este relato están extraídos del Juego de Rol "Vampiro: La Mascarada". Para más información y para aquellos que quieran echarle un ojo (O los dos ^^) este es el link El Rincón Del Vampiro ;)
Si quieres saber cómo continúa... Memoria Fotográfica Capítulo 2 (Parte 1)
Nota para Curiosos: Los Clanes Vampirícos de este relato están extraídos del Juego de Rol "Vampiro: La Mascarada". Para más información y para aquellos que quieran echarle un ojo (O los dos ^^) este es el link El Rincón Del Vampiro ;)
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