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Memoria Fotográfica (Capítulo 1-4)

Madrid. Septiembre del 2013.
Marcus Giordano. 
"Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos."
Nicolás Maquiavelo 

- ¡Por Lucifer! – La exclamación que reverberó contra las cuerdas vocales de Marcus Giordano inundó de un fuerte acento italiano la estancia, alejando de su voz la dulzura y el meloso deje aristocrático con el que el LaSombra solía encandilar a sus víctimas. De etiqueta, bien trajeado y con una gabardina gris marengo de corte clásico, el Vampiro era incapaz de controlar unos nervios que empezaban a desatarse por todo su ser, ignorando el férreo control que solía tener sobre ellos. - ¡Estate quieto de una puta vez!


Unos ojos de un fuerte verde esmeralda, muy intenso, demasiado intenso para poder ser considerado un color real, le observaron con una expresión de desconcierto y confusión, una mirada de extrañeza y sorpresa, todo mezclado entre sí, brillando en la Oscuridad que reinaba en el interior de aquellos iris que parecían provenir de otro Mundo. Dreck De Rother, más conocido en aquella ocasión como Elderbar, apodo que se cambiaba en función de la Misión en la que se veía inmerso, como si así pudiese ser mil personajes distintos, sin dejar de ser un Malkavian, se agitó de forma frenética, con un tembleque más propio de una culebrilla epiléptica que de un Bebedor de Sangre a punto de entrar en frenesí. Todo su cuerpo se contorsionó con espasmos, los brazos se retorcieron en un ángulo imposible, danzando al ritmo de alguna canción absurda, mientras las piernas jugaban al charlestón, golpeándose contras las paredes de aquel cubículo, un pequeño trastero cargado de muebles con aroma a moho y a encierro perpetúo.

Cada movimiento descoordinado era una amenaza. Un aviso. Una llamada de atención. Cada movimiento era todo lo que Dreck De Rother era: Un Loco. Un puto Vampiro enloquecido por un Sire que había decidido tomar como alumno a un adicto a las setas alucinógenas, con aires de gurú místico y que había sido condenado por la Inquisición a una vida entre rejas. Condena de la que se libró hábilmente, convencido de que había visto a Dios teñido de Sangre, cuando en verdad, solo se había topado con un Caínita que acababa de mandar al Más Allá al verdugo que iba a ajusticiarle.

Rick Grimes.

El Eclipse había sido Eterno, una tregua durante el día, un pequeño resquicio de seguridad a plena luz del Sol, sin embargo… Los segundos, minutos y horas parecían haberse detenido, transcurriendo en una lentitud pasmosa, demasiado lenta hasta para un LaSombra acostumbrado a ver pasar los Siglos a través de su mirada plateada, como si de años se tratase.

Rick Grimes.

Rick Grimes. Rick Grimes. Rick Grimes. 

Dreck De Rother. Loco. Cuerdo. 
"Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura."

Edgar Allan Poe
Aquel nombre, aquel maldito nombre se había convertido en un suplicio para Marcus Giordano. Un horrible y perverso castigo con el que Caín debía sancionarle por todos los pecados que pudo haber cometido y no llevó a cabo, o quizás… Quizás solo estaba inmerso en una puñetera Pesadilla y no estaba allí, encerrado. Encerrado con un Loco. Un Loco que lo había obligado a correr, a sortear Muertos Vivientes, a encararse con más de un Zombie cabreado, mientras perseguía sin descanso a Rick Grimes en todo su esplendor, con sus aires de Héroe y Protector de los últimos resquicios de la Humanidad, evitando una masacre al más puro estilo “The Walking Dead”.

“Todo lo que soy ahora es un hombre en busca de su esposa e hijo. Cualquiera que se interponga en mi camino, saldrá perdiendo…”, la voz de Dreck De Rother, Elderbar, o la reencarnación del Agente Grimes, poco importaba ya, retumbaba una y otra vez contra las neuronas del LaSombra, sin descanso, sin parar, como un disco rayado, estropeado y chirriante, que no tenía pensado detenerse nunca. Regio, poco dado a las bromas, ni a llamar la atención, Marcus apretó los dientes, contrayendo la mandíbula en un intento de dominación, en un intento de no estrangular al Malkavian, sin importarle muy poco si así carecía de elegancia, si aquel acto iba en contra de ese Pacto de No Agresión al que habían llegado mientras duraba la Búsqueda, la Misión. Aquella maldita Misión que no tenía fin.

-  ¿Qué? – La pregunta fue un gruñido tenso, rabioso y enfurecido. Una sílaba molesta, grotesca y muy poco amigable. - ¿Qué? ¡Qué! ¿Qué?

De manera repentina, sin esperarlo, Elderbar detuvo sus movimientos oscilantes bruscamente, quedándose clavado en el suelo, como si de una estatua de piedra maciza se tratase. Su mirada verdosa se intensificó aún más, unos iris muy hermosos, rasgados por multitud de relámpagos esmeraldas que se cruzaban unos con otros, en una tormenta eléctrica de lo más bella.

 Marcus… - La Cordura. Un Malkavian cuerdo. Imposible. Pero… Pero cierto. – Voy a llamar a Orión…
 "¡Locura, dices! ¿Me temes?
 ¿Tienes miedo de lo que podría hacer, de lo que podría decir? 

¡Qué reacción tan fascinante!
¿No la consideras algo molesta?"
Cita Malkavian

- ¿Por… - La Cordura se reflejaba en las pupilas de Dreck De Rother con una seguridad infinita. Una seguridad tan infinita que sobresaltó a Marcus, quien, después de todo, preferiría a un Malkavian zumbado que a uno que no estuviese pirado. - … Qué? ¿Por qué? ¿Dreck?

- ¿Y por qué no? – La respuesta fue concisa, escueta, dotada de nuevo de aquel tono de Locura. - ¿Eh? ¿Por qué no?

- ¡No empieces! – Los dedos del LaSombra, sabios e inteligentes, precavidos a más no poder, se escondieron en los bolsillos de la gabardina, antes de que en su Dueños volviesen a despertarse las ansias homicidas. - ¡Joder!

-  No sé de qué estás hablando… - Como un niño pequeño, Elderbar se encogió de hombros, inocente y frágil a más no poder. Sin apartar sus ojos esmeraldas, dulcificados de pronto, de Giordano, permitió a sus manos rebuscar en la mochila de las Tortugas Ninjas que llevaba al hombro, durante unos segundos interminables, hasta que la derecha se alzó triunfal, sujetando su móvil con carcasa de dragones. – No… No lo sé…

Un tono. Dos tonos. Tres tonos. Cuatro…

Silencio. El Assamita no atendió la llamada. Y el silencio se reflejó en el rostro de Dreck con preocupación e impaciencia. Una repentina premura que el Malkavian no sabía explicar, pero que culebreaba por todo su ser con Miedo, con mucho, mucho Terror.

Un tono. Dos tonos. Tres tonos. Cuatro…

Silencio.

Un tono. Dos tonos. Tres…

-  ¿Diga? – La voz pastosa y cansada de Teo encontró la forma de salir del auricular, escapando del oído del Malkavian que, sin querer, había presionado el manos libres del teléfono. - ¿Diga?

-  ¿Teo? Soy Rick… – Otra vez. Locura. Rick Grimes.  – Marcus y yo estábamos preocupados…  Con tanto Zombie ha sido difícil encontraros…

- ¿Dreck? ¿Elderbar? ¿Eres tú? ¿Qué cojones dices? – Refunfuños ahogados fueron las preguntas del Ghoul, protestas ahogadas por el deber, por la mirada arrogante y peligrosa que Orión debía de estar dedicándole. -  No estoy para tonterías… Me duele la cabeza…

- ¡Argggg! – El grito exaltado del Malkavian provocó otro chillido similar al otro lado de línea, que no hizo más que poner más nervioso al Vampiro. - ¡Putos zombies! ¿Te han comido mucho cerebro?

- ¡Joder! – Un nueva protesta se espetó contra las paredes del trastero, dibujando las letras impresas en el eco ficticio del cuchitril. – Estás con Marcus, ¿verdad? ¡Pásamelo!

No sin cierto recelo, aceptando el mandato imperativo y silencioso que todo el cuerpo del LaSombra ordenaba, Dreck le pasó el teléfono con una expresión de cachorrito indefenso, como si no fuera más que un pequeño perro abandonado en una carretera, un animalito preso con un Amo perverso y cruel, sin escrúpulos, ni remordimientos.

- ¡Eh! ¿Marcus? – Teo arrastró la voz, con suavidad y pereza, tratando de recomponerse e ignorando los primeros síntomas de la reseca que, ansiosos de agua para calmar la sed provocada por el alcohol, empezaban a hacerse presentes en el estado anímico del ghoul. - ¿Qué le pasa a ese Bicho?

-  Nada… Sobrecarga de los circuitos… - Los susurros de Marcus se hicieron extraños, raros, como si, la expresión de Terror que se reflejaba en la sonrisa maniaca del Malkavian, empezasen a calar su interior, provocándole unos escalofríos que no quería sentir. - Eso o se ha vuelto a drogar a mis espaldas… ¡No hay quien le soporte!

- ¡Mentiroso! ¡Luzbel me quiere! ¡Me quiere! – Sus pupilas se agrandaron, convirtiéndose en dos pozos de Sombras, de Tinieblas tétricas. La sonrisa que se dibujaba en los labios agrietados de Elderbar se amplió, entristecida, pero rodeada de aquella locura preocupante, que no dejaba de tener ciertos matices de sensatez. - ¡Ella se preocupa por mí! ¡Y vosotros por ella no! ¡Esta sola! ¡Lo sé!

"Las Almas inmortales... 
¿Podrán vivir de Sombra y de Engaño?"

Cansado, harto, colérico y muy irascible, Marcus Giordani, LaSombra, miembro importante del Sabbat. Traidor. Sin escrúpulos. Sin conciencia. Cerró sus largos tentáculos de Negrura sobre el cuello del Malkavian, usando así la Obtenebración a su antojo, disciplina que le permitía jugar con la Oscuridad. Grande y deforme, la extremidad que configuraba, hacía tan solo unos segundos, su brazo izquierdo, se bifurcó en cientos de ramificaciones de Tinieblas que, rabiosas, se entrelazaron unas con otras, formando dedos y garras alrededor de los hombros de Dreck De Rother, elevándolo en el aire, agitándolo como si fuera una campanilla, apretujándolo hasta hacer crujir sus huesos en un chirrido ensordecedor. 

-  ¿Qué ha pasado? – El interrogante surgió por el auricular con precaución, con un cierto tono de miedo prácticamente imperceptible. - ¿Marcus?

-  Nada. No ha pasado nada… - Los Tentáculos de Sombra, dotados de vida propia, sentaron al Malkavian sobre una mesa y, muy lentamente, como si estuvieran saboreando y alimentándose del Terror del Vampiro, se fueron retirando en una caricia lenta, delicada, pero letal. - ¿Estás con Orión?

-  Sí. Te envía saludos…

-  ¿Dónde estáis? – El brazo izquierdo de Marcus se volvió de carne, de huesos, tendones y músculos, dejando tras de sí una especie de aura negra, allí donde la gabardina se había roto, dejando al descubierto la piel morena del italiano. - ¿Y Luzbel?

-  En un piso… Cerca de la Divina Comedia. Estuvimos allí ayer… ¿Te acuerdas? Y…

Interferencias. Silencio. Interferencias.

Batería baja. 



Si quieres saber cómo continúa... Memoria Fotográfica Capítulo 2 (Parte 1)

Nota para Curiosos: Los Clanes Vampirícos de este relato están extraídos del Juego de Rol "Vampiro: La Mascarada". Para más información y para aquellos que quieran echarle un ojo (O los dos ^^) este es el link El Rincón Del Vampiro ;)

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