Escondía su Nariz bajo un entramado de lana de colores. La bufanda, utilizada a modo de parapeto, se iba impregnando del suave aroma a frambuesa que destilaba su cuello. Aroma que, poco a poco, Yo no dejaba de aspirar, como quien fuma una sustancia prohibida a escondidas.
Era como estar sumergido en un Cuento Infantil, en donde tratas, por todos los medios, rozar con tus Dedos los Cabellos del Hada. Pero Yo, ya no era un Niño. Y las Hadas ya no existían.
Lo único real, dentro de aquella tediosa espera en el andén del tren, era el Aroma de Frambuesa. Y su Naricilla ocultándose del Mundo.
Cuando se giró y me miró directamente a los ojos, una Sonrisa de Labios Púrpuras emergió tras la retirada, más a tiempo que nunca, de una bufanda que comenzaba a ser molesta.
- ¡Uuufff! ¡Menos mal! ¡Por fin! ¡Ha salido el Sol! - Su Voz pareció disipar la Niebla que nos rodeaba.
Y Yo... Yo solo supe asentir idiotizado por su forma de Sonreir. De Sonreirme.
Publicado en mi Página del Cara-Libro Las Letras Suicidas
(9 de Diciembre del 2018)
Me gustó la frase "las hadas ya no existían".
ResponderEliminarPero las hadas sí existen, solo que de otra manera.
Muy lindo tu micro, Campanilla!!
Besos.
¡¡Ainnns!! ¡¡Lord Rivolta!!
EliminarEs cierto, las Hadas siempre están, aunque no siempre tengan las misma Forma, ni la misma Naturaleza... Pero siempre hay Magia si se uno sabe sentirla *-*
¡Besis!
Un aroma dulce el micro, me hiciste sonreir con cara de bobo.
ResponderEliminar:p
Bravo!
Qué lindo encuentro! letras con aroma.
ResponderEliminarAbrazo Campanilla!!