Durante un minuto, el puño rabioso de Martín encerró la
piedra en su interior, apretujándola contra su palma, hasta dejarle pequeñas
cicatrices en forma de arruga. Un minuto después, cual jugador americano de béisbol,
el crío la lanzó con todas sus fuerzas contra su nueva compañera de juegos que,
sin querer, le había robado el protagonismo entre los niños del orfanato.
Sorprendido, observó cómo el rostro de su Pequeña Enemiga se
fue desfigurando, como si su piel fuese la superficie de un lago y, las ondas
provocadas por el impacto de la piedra, dejasen al descubierto la verdadera
naturaleza del agua. Lentamente, aquella carita infantil y sonrojada dejó de serlo,
hasta transformarse en un semblante monstruosamente tierno, de rasgos
extraterrestres e inocencia universal.
- Yo… - Fugaz como una estrella, la mirada de
Martín se apartó de la Pequeña Alienígena. Avergonzado, sintió la voz hacérsele
un gurruño en la garganta. – Lo… Lo siento Ali… Yo no… Te prometo que no va a
volver a pasar…
- Umm… - Dulces, los belfos de la Niña Extraterrestre
se movieron hasta forma una sonrisa sincera, al mismo tiempo que, sus hombros,
acostumbrados a dar explicaciones, se encogieron con suma tranquilidad. – Bueno…
No es fácil ser la Nueva… ¿Sabes?
Arrepentido y comprendiendo a la perfección a qué se refería,
Martín se abalanzó contra Ali, encerrándola en un abrazo que, poco a poco, le
fue devolviendo su forma humana, hasta volver a ser la Niña que Todos creían
que era.
- Tu Secreto está a salvo conmigo, Ali…
Monótonas, las agujas de un viejo reloj de pared marcaban el
Ritmo de una Vida que se escapaba entre lentas respiraciones. Muchas décadas
después de aquel mágico instante, Martín no había podido dejar de pensar en
Ali, convencido de que, aquel Recuerdo Infantil, era el que le había guiado en
su Amor por las Estrellas, hasta convertirlo en un prestigioso Astrónomo. Sin
querer queriendo, sin ni siquiera Él saberlo, su Destino siempre había estado
ligado al de la Pequeña Niña Extraterrestre, a la que tuvo que dejar atrás
entre lágrimas agridulces cuando su Adopción se formalizó. A pesar de las
infructuosas búsquedas a las que Martín embarcó a su Yo Más Adulto, nada pudo
encontrar de su Pequeña Enemiga, como si, al abandonar aquel Hogar Temporal, su
Rastro se hubiera desdibujado. Sin embargo, jamás dejó de investigar ni puso en
duda su propia Cordura.
- Mi Secreto siempre ha estado a salvo contigo, Martín…
- Y, en ese momento, en el que la Huesuda se aproximaba a pasos agigantados
hasta el Lecho de su Mejor Amigo, Ali, que nunca se había se marchado realmente
de su lado, volvió para devolver el favor. – Vamos… Por fin has llegado… Ahora
es cuando comienza tu Viaje hacia las Estrellas… Partiremos juntos y te
mostraré lo que siempre has querido ver…
EEEEEEEEEEEEEEE!!!!!! Tanto tiempo sin leerte y todo esto de golpe?? Quieres empacharnos??
ResponderEliminarTengo que darte la razón, no es fácil ser diferente, pero casi siempre es más divertido!!!
Un abrazo
¡¡¡Wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!! ¡Sep! ¡¡¡Todo esto de golpeeeeeeee!!! xDDD Por suerte para mis Letras, pero para desgracia para mí, estoy de baja y no puedo ir a currar... Así que me he puesto a Escribir, que mato el Tiempo del Aburrimiento y, de paso, visito a mis Musas que, durante el curso, las tengo muy desatendidas... U.u
Eliminar¡¡Yes!! No es Fácil se Diferente, pero lo cierto es que es más Divertido y muuuuy Maravilloso *-*
¡¡Besitines!! ;)
Siento que la causa sea esa, pero me encanta poder volver a disfrutar de tus letras.
EliminarRecuperate, pero no abandones tu neverita cuando vuelvas a estar sana ;)
Aunque tu cuento terminara a la mitad, aún es una bonita metáfora de lo que es ser el nuevo en el grupo y la necesidad de ser aceptado.
ResponderEliminarMuy bueno c:
Con el abrazo ya quedé más que satisfecho con tu cuento. Luego de la imagen veo que continúa y sigue tan bueno como antes.
ResponderEliminarGenial relato, Campanilla!
Lo sentí como un abrazo que poco a poco me fue devolviendo la forma humana.