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Tsunami

Hablar.
Hablar con sinceridad. Sin tapujos. Sin pelos en la lengua. Con descaro. De frente.
Hablar. Escribir. Hablar.
Pero siendo tú mismo. Tú mismo en todas tus facetas.
Hablar. Escribir. Hablar.
Y, de pronto, callar. Callar. Callar por un motivo. Por uno solo.

Callar.

Es peor cuando callo que cuando hablo, pues cuando callo, cuando las palabras se enmudecen, es fruto de un “clic” metálico, de un cambio, de algo que no debió ser, pero fue. No hay nada más estremecedor que un Corazón huracanado, nada más peligroso que una Mente pensante, despertando de un Sueño.

Tengo Memoria. Demasiada Memoria. Y es un asco. Recordar es un asco. Recuerdo momentos; Hechos que fueron; Hechos que no sucedieron nunca, salvo en un rincón de la Imaginación; Frases exactas y palabras; Detalles que, en apariencia, no tienen importancia; Aromas; Sonidos; Sensaciones… Sí. Es un asco. Porque nunca puedes olvidar por completo, solo adormecer los recuerdos. Porque nunca puedes desprenderte de algo que llevas tatuado dentro de tu Alma, solo dejar que la tinta se diluya, aunque el dibujo se siga percibiendo emborronado.

Cuatro semanas. Un mes. Días con sus noches, noches con sus madrugadas. Horas, minutos y segundos. Tiempo. Ese es el tiempo que ha pasado desde que abrí los ojos bajo el agua del Tsunami. De mi Tsunami personal. Del Tsunami que lo cambió todo. Todo. Y, desde entonces, nada ha sido como era, ni comió debió ser, simplemente es. Supongo que es como tiene que ser.
No lo esperaba. Lo cierto es que no esperaba el Tsunami. Empezaba a intuir que la Historia terminaría mal, que no habría un final feliz, de esos de Cuentos de Hadas. Se intentó de todo para frenarlo, se quemaron cartuchos incombustibles… Pero nunca imaginé que un Tsunami arrasaría con todo. Así, sin más.

Dos malditas frases que se grabaron dentro de mí, como si las letras estuviesen siendo escritas con un estilete afilado, garabateando en mi Corazón, hundiéndose hasta lo más profundo. Dos malditas frases que no se han borrado aún. Dos malditas frases. Dos malditas frases que provocaron la primera ola, que despertaron al Gigante de Agua, que hicieron temblar el suelo que había bajo mis pies…

Incredulidad. Miedo. Desconcierto. Incredulidad. 

Eso fue lo que sentí con la primera sacudida. Puedo verme a mí misma, cenando con mis amigos, negando con la cabeza, una y otra vez, una y otra vez… Escuchando la voz de mi Veterinaria, del Músico y de Gurú, diciéndome “Déjalo ya, Campanilla… No le des más vueltas, olvídalo… Déjalo ya…” Pero no puedo dejarlo, no puedo olvidarlo. Me resulta imposible. Porque aún no me lo creo. Sin embargo, soy incapaz de no pensar en el temblor de mis manos, en el temblor de mi Alma con aquellas dos putas frases. Aquellas dos putas frases que lo cambiaron todo, que fueron el Principio del Final, que fueron el Principio de mi cambio.

Tuve frío. Muchísimo frío.

Hubo disculpas. Hubo palabras hermosas, las más bellas, las más dulces, llenas de promesas sinceras… Pero seguía haciendo frío alrededor. Mucho frío. Y, tras las despedidas y las letras más preciosas del Mundo, solo hubo silencio. Silencio y Soledad.

Y el Tsunami. El Tsunami seguía ahí. Golpeando con sus olas descomunales. ¡Joder! Golpeaba… Golpeaba con rabia, enfurecido, con saña… Me ahogaba. Me hundía. Y no tenía nada a lo que aferrarme. Nada. No podía luchar. Solo dejar que el agua que había dentro de mí, me inundase, me dejase sin respiración. Era un Zombie. Un Zombie que caminaba arrastrando su tristeza, su dolor, incapaz de ver el Sol… 

Me enfadé. Me enfadé con la Vida. Me enfadé con el Mundo. Pero, sobre todo, me enfadé conmigo misma. Me enfadé muchísimo. Muchísimo. Me enfadé por creer, me enfadé por sentir, por tener Corazón, por soñar, por confiar en aquel pálpito que me ardía en las venas con una sinceridad  que, a día de hoy, aún me sorprende, pues nunca antes había sentido algo semejante, tan fuerte, tan mágico, tan poderoso…

Pero con el enfado, llegó la decepción. Decepción. No sabría decir muy bien por qué me sentí decepcionada, pero lo cierto es que así era. Decepción. No fue más que un suspiro, pero la hubo, hubo decepción. Y rabia. Muchísima rabia contenida. Y dolor. Y sufrimiento.

Rota. Me sentía rota por dentro.

Tsunami. 

Es difícil de explicar. Es difícil de explicar qué ha ocurrido dentro de mí. Por eso lo único que se le parece es la palabra Tsunami. El Tsunami se hizo muy fuerte cuando me encontré conmigo misma, cuando en el silencio de mi cuarto, me empecé a hacer preguntas, cuando sentí que despertaba de un Sueño, cuando abrí los ojos y me vi rodeada de agua, de agua que surgía de mi interior. Puede que el Tsunami fuese provocado, sin querer, queriendo, poco importa eso ahora mismo, pues fuese como fuese, sucedió. Sucedió y me dejó completamente desnuda, herida y con una sensación de pérdida, de ensoñación, de irrealidad…

Fue mi Tsunami. Mío. Fueron mis días, mis horas, mis minutos y segundos… Fue mío. Fue mi cambio. Mi despertar. Y, por eso, nunca buscaré culpables. Porque quizás, si yo hubiera sido otra persona distinta, no habría habido Tsunami; Quizás, si yo hubiera sido de otra forma, nunca me habría cuestionado y diseccionado a mí misma… Pero yo soy yo. Yo me lo cuestiono todo. Yo me hago preguntas. No puedo ser de otra manera.

Los interrogantes no eran más que dudas, dudas que necesitaban respuestas urgentes, respuestas que no encontraría nunca, pero… Pero que quería tener. Y, entonces, fue el momento de la Verdad. Necesitaba la Verdad. No mi Verdad. No la otra Verdad. Sino la Verdad, la Verdad Verdadera, como si un observador objetivo hubiese podido presenciar el Mundo y, sin estar contaminado por pensamientos, sentimientos y emociones, pudiese relatarme la Historia, lo sucedido. Solo quería la Verdad. Quería la Verdad porque necesitaba comprender, comprender si todo había sido un maldito juego o no, para comprender si había estado sumergida en una mentira o no, para saber. Saber. Saber. Saber. Y, así, poder continuar. Seguir mi camino, hacia ninguna parte, hacia todas las partes. Comprender. Quería comprender. Lo necesitaba. 

Pero nunca lo sabría. Nunca sabría la Verdad. Porque no. Porque es así. Porque no se puede.

Una tarde de martes de hace cinco semanas, al salir del cole, tras hacer el esfuerzo descomunal de sonreír y estar bien por mis Peques, el Músico me mandó un Whassap. Un mensaje muy simple, muy sencillo: “¿Cómo estás, Fea?” Un mensaje al que respondí con un: “Ya sabes… Nada ha cambiado…” Pero sí, sí lo había hecho. El Tsunami, las preguntas, lo que yo era, estaba cambiando. Y estaba cambiando mucho. Demasiado. ¿Qué Diablos estaba haciendo? ¿Por qué seguía torturándome? Una y otra vez, una y otra vez… Me torturaba. Y me torturaba sin descanso, no podía dormir, no comía, me estaba consumiendo… Consumiéndome y convirtiéndome en un Sombra. Y tenía Miedo. Y estaba asustada. Porque el Mundo seguro que yo tenía había desaparecido, había sido arrasado… No quería tener Miedo, ni seguir asustada, ni seguir consumiéndome bajo las preguntas de un Sueño… Siempre estamos diciendo quiero hacer esto, quiero hacer lo otro, pero nunca lo hacemos… Y yo ya estaba cansada, yo quería pasar a la acción, quería empezar a dominar la situación, ser yo misma por encima de todo, con todas las consecuencias… Así que esa misma tarde fui al gimnasio y me apunté a Boxeo. 

Una tontería. Puede que para la gran mayoría sea una tontería. Boxeo. Campanilla, el pato más patoso del Universo haciendo Boxeo. Nadie me imagina con los guantes puestos y no me importa. Me importa muy poco si se lo imaginan o no. Necesitaba canalizar la rabia, el dolor, las incertezas, las certezas… Necesitaba golpear, golpear y golpear hasta quedarme sin aliento. Necesitaba dejar de pensar. Estar en blanco. Dejar que la Mente se relajase. El calentamiento, el fondo, las flexiones con los nudillos… ¡Dioses! ¡Son horribles! Son horribles cuando no has hecho deporte en tu puta vida, son horribles cuando tienes asma y tienes que parar porque te van a explotar los pulmones… ¡Joder! La primera semana no podía ni moverme, tenía agujetas. AGUJETAS. Por todo el cuerpo, me dolían partes de mí que ni siquiera sabía que me podían doler. No podía andar, porque mis piernas estaban débiles y mis pasos eran destartalados. Pero nunca un dolor fue tan reconfortante, nunca el dolor físico me resultó tan placentero. Porque sí. Porque me sentí en paz. Una sensación de felicidad efímera, pero felicidad al fin al cabo. Dicen que es una cuestión de poder y están equivocados. Es una cuestión de control. De controlar el cuerpo y la mente, de hacer que funcionen como uno sola. Un solo ser. Y ahora… Ahora tras cuatro semanas… Empiezo a disfrutar, a disfrutar de los golpes, de las risas y de los alaridos de dolor que resuenan en la sala cada vez que los nudillos se estampan contra las colchonetas. Disfruto de la voz de mis compañeros, desconocidos que empiezan a ser familiares, que sonríen. Disfruto de mi enemigo de guantes, que me golpea sin parar, que me golpea como si fuera un chico, y lo agradezco. Lo agradezco porque no me gusta que me traten distinto por ser una chica, lo agradezco porque, con cada sesión, yo me hago un poquito más fuerte. Y me gusta sentir que voy avanzando, que ya puedo hacer algunas flexiones, que no me canso tanto con la comba… Me gusta saber que puedo conseguirlo si ese es mi deseo.

Se necesita un solo instante para que tu Vida cambie para siempre. En este último mes he tenido demasiado instantes. Demasiados momentos. Y, lo cierto, es que no los cambio. Ni los buenos, ni los malos. Estaba cambiando… Pero no. Me equivoqué. No estaba cambiando. Solo me estaba descubriendo a mí misma, estoy descubriéndome a mí misma como nunca antes me había sucedido. Por fin puedo verme. Verme tal y como soy. Y durante mucho tiempo creí que era un Monstruo, que estaba a oscuras, me sentía muy culpable sin saber muy bien por qué, que no era nada, ni nadie, que no era especial, no me quería, no me apreciaba… 

He descubierto muchos aspectos de mí misma que desconocía. He aprendido que si es importante ser sincero con el Mundo, mucho más importante es ser sincero con uno mismo. Y yo me he sincerado con mi yo del espejo. Me sincero bastante conmigo misma. Sé que no puedo olvidar, que no puedo dejar de pensar en ciertas cosas… Negar eso sería una incongruencia total, pero ya no las pienso tanto como antes, poco a poco, los pensamientos se van adormeciendo… No es que me haya dejado de importar… Simplemente, mi Tsunami le dio un giro inesperado a mi Vida, a mi Historia, a quien soy… Puede que se entienda. O puedo que no.

Realidad. Realidad. Realidad. Realidad. Realidad. Realidad. Realidad. Realidad. Realidad. Realidad.

Odio la palabra Realidad. Odio la palabra Realidad con todas mis fuerzas. La odio al máximo. Siempre la he odiado, siempre me ha parecido fea, pero, ahora, me parece más fea y odiosa que nunca.

Pero fue esa Realidad, esa palabra uno de los nombres que le podría dar a mi Tsunami. 

¿Qué se supone que se esperaba de mí? ¿Cómo debí comportarme? ¿Lo que sentí fue real? Bueno… No lo sé. Quiero decir que no sé que se esperaba o que se espera de mí, ni como debí comportarme o debo comportarme ahora mismo… Lo que sé con certeza es que, teniendo en cuenta las circunstancias, di todo de mí. Lo bueno, lo malo, lo lindo, lo feo, la Luz, la Oscuridad… Todo. Sucedieron cosas de las que no hablaré nunca, cosas que solo sé yo, que nadie más tiene por qué saber… ¿Fue real? ¿Lo que sentí fue real? Lo fue. Fue real. Fue real hasta la llegada del Tsunami. Pues el Tsunami quebró esa Realidad. Sin saberlo, esas dos putas y malditas frases me obligaron a abrir los ojos, a mirar a mi alrededor, a ver… Y entonces empezó la disección de los Sueños, de las Fantasías y de las Realidades… Fue cuando descubrí que mi rincón protector de Fantasía ya no era un lugar seguro, que no debía esconderme, ni huir, que las Fantasías solo eran Cuentos… Que yo puedo ser el más simple de los mortales si eso es lo que quiero o la heroína de mi propia Vida si ese es mi deseo. Es una conclusión absurda. Lo sé. Yo ya sabía eso. Pero nunca lo he tenido tan claro, nunca he sido tan consciente de mí misma como lo he sido en este último mes.

Realidad. Realidad. Realidad.

Creo firmemente en los Imposibles. Creo que si algo se quiere con el Corazón, si uno ama algo por encima de todo, de sí mismo, si se lucha por los Sueños… Se pueden alcanzar, se pueden tocar las estrellas con la punta de los dedos. ¿Y por qué? ¿Por qué creo en ello? Porque cuando mis Piojos se ponen a trabajar, a hacer su propia Magia, los observó en silencio, los miro y no puedo evitar pensar en la Realidad. Sonríen. Me sonríen. Me sacan sonrisas cuando más triste estoy. 

Realidad.

Uno de mis Peques tiene miedo de los secuestradores porque, hace unos años, abusaron de él. Y sonríe. Me sonríe. Mi preciosa Princesita Mora huyó de Marruecos con su mami y sus dos hermanas porque su padre las maltrataba. Y sonríe. Me sonríe con su dulzura, a pesar de que, a veces, llora y me abraza porque le duele el Corazón.  Mi Pequeña Zombie tiene que ir a visitar a su mami a la cárcel y sufre, sufre en silencio. Pero, sin embargo, también sonríe. Me sonríe a mí cuando le digo que es única, que es especial. Todos lo son, lo son porque son capaces de disfrutar, a pesar de que la Vida les ha golpeado. ¿Cómo Diablos no voy a creer en los Imposibles? ¿Cómo narices no voy a ser consciente de la puta Realidad? Pero… ¡Joder! ¡Sonríen! ¡Maldita sea! ¡Sonríen!

Y ayer… En medio de la tristeza, tras recibir un mensaje que no esperaba, que me removió todo por dentro, que me ha hecho escribir todo esto, mi pequeño Príncipe me paró en las escaleras, en medio del cambio de clase, y me sonrió. Me sonrió y me dijo: “Qué guapa estás, Princesa…” Princesa. Es a la única personita a la que le permito llamarme así. Princesa. 

Quizás sea una posición un tanto egoísta decidir sobrevivir, decidir luchar, decidir no rendirme cuando podría haberlo hecho, cuando podría haber dejado que el Tsunami me quitase las ganas de todo… No es fácil. No es nada sencillo tener que salir de la ola, aún a veces, a día de hoy (sin contar las que sé que llegarán) las olas me sumergen, me arrastran… Pero resisto y seguiré resistiendo. No solo por mí, no solo porque me lo debo a mí misma, de la manera más personal que uno se puede imaginar, sino porque se lo debo a todos los que han estado ahí, a mi lado. A mi Familia, por no abandonarme cuando yo la abandoné, enfurecida, encabritada, cuando la desesperación me comía por dentro y tenía la sensación de que todo era una puta y maldita locura, una pesadilla de la que no me podía despertar, cuando el insomnio me destrozaba y las preguntas que me hacía me dolían. A mis Perrunos, porque si ellos no me hubiesen empujado, si no hubiesen tirado de mí, si no hubiesen estado ahí cada mes, no solo en este, mi Soledad habría sido mucho más grande, pues, aunque sé que sufrían por mí, aunque no me lo dijesen, fueron sinceros y, cuando había alegrías lindas, se alegraron y, cuando me hundí, no se marcharon, se quedaron, siempre se quedaron y me obligaron a salir del caparazón, aprendiendo a conocerme, sin prisas. A mis Peques, que son mi Luz, que ya lo fueron el curso pasado, porque no hay día que no me den una lección. Porque no hay tarde en la que no me hagan sonreír y en la que no me recuerden que, aunque la Vida puede ser la putada más grande del Mundo, existen los milagros, existe la felicidad, aunque esta sea efímera… Porque si soy especial, si soy única (Y me importa un pito que me llamen egocéntrica. A veces… Nos olvidamos de querernos.), es porque Ellos me hacen distinta, hacen que mi Magia sea Real, hacen que yo pueda ser un Hada.

Y pongo fin a mis letras por hoy… Pongo fin porque sí. Pero antes…

¿Por qué Tsunami? Porque el otro día vi “Lo Imposible”. Debo reconocer que no había visto la película hasta que la semana pasada la echaron en la tele. Y hubo algo, hubo algo en el reportaje, algo que contó la protagonista que me hizo reflexionar una vez más… Hasta aquel instante yo me había estado preguntado “¿Por qué?”, tantos porqués, tantos y tantos porqués… Y, entonces, María explicó que su hijo le dijo que no era “¿Por qué les había sucedido?”, sino “¿Para qué…?” Que en la Vida de los seres humanos se producen Tsunamis que lo cambian todo, que marcan dos tiempos distintos, que te enseñan, que te hacen aprender lecciones, sobre ti mismo, sobre el Mundo…

Estoy absolutamente convencida de que nadie se cruza en nuestra Vida por simple casualidad, que hay personitas que tienen que aparecer sí o sí, que debían llegar… Quizás, Quizás… Quizás nunca hubo otra opción, quizás el Destino estuvo escrito desde el principio… O quizás no… Sea como sea, la Historia se escribe, se vive en todos sus formatos… No voy a arrepentirte, no quiero arrepentirme, ¿para qué?, ¿para qué voy a hacerlo?, si sentí, en todas su maneras, quiere decir que viví, tuviese más dosis de Realidad o de Sueño.

¿Para qué? Pues para abrirme las puertas de otra Realidad. Las puertas que siempre quisieron que cruzara. Me arranqué las alas, convencida de que era lo que debía hacer. Y, con sus jirones y la purpurina que quedó, he construido un Unicornio-Pegaso con ruedines, para poder caminar cuando me plazca y poder volar cuando desee. Me gusta lo que he descubierto. Me gusta los fines de semanas llenos de actividad frenética, me gusta tener mis dosis de normalidad y mis drogas de Fantasía Literaria. Me gusta ser quien soy. Soy yo con todas las consecuencias. Y ya no aspiro a que me comprendan, ya no aspiro a que comprendan mis actos.

Quien me quiera encontrar, sabe donde hacerlo. En las nubes, en las aceras dando saltos, en las estrellas haciendo equilibrio… Porque hoy por hoy, he decidido dejar de buscar, dejar de pensar en el Futuro… Pues quiero que éste me sorprenda, me pille desprevenida, me regale Vida… Dejé de llorar, porque ya no quería seguir llorando por un Recuerdo que nunca se dará, por un Recuerdo que solo estuvo hecho con mis Sueños y palabras hermosas. Nunca entendí la frase de Carlos Ruíz Zafón, nunca entendí esta cita de Marina: “- A veces, las cosas más reales solo suceden en la Imaginación, Óscar. – Dijo Ella. – Sólo recordamos lo que nunca sucedió…” Yo también he necesitado toda una Eternidad para comprender a qué se refería, sin el Tsunami nunca lo habría hecho. Tejemos la Realidad con Ilusiones, con Fantasías y Sueños de Cristal, se cose con mimo, con ternura… Son nuestro motor. Pero para poder hacer Magia, debemos despertar, salir a la calle y actuar. Hacer de los Sueños, Realidades. Y de las Realidades, algo mejor…

“Tus alas serán el altar que mi camino alcanzó. Hoy pude llegar donde nunca imaginaba.” Saurom – Ángeles.


Comentarios

  1. Exhausto alegato de una mente inquieta!! Menuda explosión de pensamientos a mil revoluciones!! Espero que esa herida sanara, amiga ;)
    Un besazo!!

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    Respuestas
    1. ¡¡Ufff!! ¡¡Guapísima!! No sé ni qué decir...
      La Herida ha sanado prácticamente, como se sanan los Corazones, con dosis de Mimo, Fuerza, Valor, Lindas Personitas e Hilos de Purpurina cosiendo y cosiendo con delicadeza... ;)
      ¡Muchas Gracias por dedicarme un ratín!
      ¡Besiiiiiiiis! ^^

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  2. Querida mía, qué texto, me dejas sin palabras. Lo siento tan "TU" que tengo miedo de haber metido las narices donde nadie me llamaba, de haber traspasado la línea que separa lo íntimo de lo inconfesable.

    Podría decirte un millón de cosas, podría pasarme el rato comentando frases, párrafos, ideas, cosas que entiendo porque las he sentido, cosas que no... pero creo que no hace falta. Tú nos has regalado y yo agradezco el presente. Tú has compartido y yo hago mi parte leyendo con todo el respeto (y también admiración). No, no creo que haga falta más. Sabes? me alegro mucho de haberme "cruzado contigo" y ojalá que pueda seguir disfrutando de tu arrolladora personalidad hasta "casi" conocerte un poquito :)

    Un besazo, Campanilla Dulce!!

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    Respuestas
    1. ¡¡Julia!! *-*

      Siento la tardanza en responder a tus Palabras... Lo leí hace unos días, no sabía ni qué decir... Tienes ese Don de dejarme en Silencio ;) y eso es algo complicado...

      Lo primero, es darte las GRACIAS por dedicarme un rato de tu Tiempo, por leerme, por Todo... Porque sí, porque no has metido las narices en nada, yo te di permiso (No solo a ti, sino a todos) el día que decidí dejar de callarme... Alguien me preguntó hace muy poco por qué, por qué había dejado que algo tan profundo, tan mío, saliese a la Luz... Y la respuesta es fácil. Dolor. El Dolor... No podía dejarlo escapar, no podía dejar que se marchara... Y creí que haciéndolo público, de una manera tan así, tan para todo el Mundo, tan grabado a base de Tinta Digital, se marcharía con el Viento, con el Viento Imaginario que hace que el sufrimiento se diluya... Funcionó. Lo cierto es que funcionó. Porque me fui liberando... No fue sencillo y, cuando me entra algún chungo, vuelvo y me leo. Me leo y me recuerdo a mí misma que puedo, que puedo hacer todo lo que me proponga...

      Lo segundo, es nuevamente GRACIAS por haberte "cruzado" en este Océano de Magia Literaria... Porque es genial sentir que hay Personitas en este Mundo con una Sensibilidad tan especial... Personitas que hacen que la Vida tenga más Vida, más Luz y más Color...

      ¡Besines Enormes! ;)

      PD: Gracias por lo de Dulce! *-*

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    2. Gracias por nada, Campanilla, es un placer disfrutar de tu compañía y poder aprender algo de lo mucho que tienes para enseñar al mundo.

      Me alegro de que tu dolor se vaya disipando. Habrá recaídas, claro que sí, pero tal y como ya has aprendido "Tú puedes"!! El tiempo en estos casos es un bálsamo, aunque suene a tópico, pero eso ya lo irás descubriendo tú a tu ritmo :)

      Un super beso, linda, que tengas feliz tarde de domingo!!

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