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El Guía Del Desfiladero


“Raúl… ¿Es necesario llevar bastones?”

”Raúl… ¿Vamos a parar mañana para comprar pan?”

“Raúl… ¡Qué cena más mala! Y el Hotel… ¡Ni te cuento!”

“Raúl… ¡El Mundo se va al carajo! ¡Yo quiero un Apocalipsis Zombie!”

“Raúl… ¡A mí lo que me interesa es la turba!”

“Raúl… ¿Los McDonald`s también son de Irlanda?”

“Raúl… ¿Qué es eso?”

“Raúl…” “¡¡Raúl!!” “¿Raúl?” 

“Raaaaaaaúl” “¡¡Raaaaaúl!!” “¿Raaaaúl?”


Chillonas, las voces surgieron de algún recuerdo perdido de la marcha senderista de aquel día, quebrando el Silencio que reinaba en su habitación del hotel. Atraída por las preguntas, una corriente eléctrica ascendió por su espina dorsal y, al llegar a la altura de los omóplatos, explotó bruscamente. Rabiosas, unas garras invisibles se clavaron en su espalda y, un segundo después, le desgarraron la carne lentamente, desdibujando las dos cicatrices con forma de hoz que le decoraban la piel. Las vértebras se retorcieron enfurruñadas y, con cada crujido, nuevos huesos se abrieron paso a través de aquellas dos marcas.

-          ¡Joder! ¡Joder! ¡Mierda! ¡Joder!

El Dolor era insoportable. Necesario al mismo tiempo. Adictivo. Demasiado adictivo. Tanto, que no podía dejar de sentir cierto placer cada vez que dejaba de ser Raúl y Azrael se apoderaba por completo de Él.

Raúl, el Guía Del Desfiladero, con su Sonrisa carismática. Preciosa. Segura. Y, a la vez, distante, marcando con gestos inapreciables las fronteras que separaban lo profesional de lo personal. Una Sonrisa que se esfumaba en algunas ocasiones, como la bruma fantasmal que habitaba en las Montañas Mourne, ensombrecida por la presencia de Azrael. Instantes en los que el Demonio, recolectando paciencia, se refugiaba en su Humanidad para no delatarse a sí mismo. No debía hacerlo. Al menos, no con tanto público siguiendo sus pasos. Y era complicado. Difícil no ceder al deseo de sentir un Corazón palpitar dentro de su puño izquierdo e incendiar otro sobre la palma de su mano derecha. No. No debía ceder. No debía flaquear. No había cabida para ningún tipo de Sentimientos. Sin excepción. Estaba trabajando y, de paso, negociando la adquisición de Nuevas Almas a las que retener y torturar antes de su paso al Más Allá.

Y, como la calma tras una tormenta, el Dolor fue desapareciendo suavemente. Delicada, cual amante mimosa, la Oscuridad besó una a una las Plumas que iban cubriendo sus Alas de Cuervo y, cuando el proceso hubo terminado, las desplegó en toda su envergadura.

Su Yo del Espejo observaba cómo su Piel hablaba a través de las huellas que las heridas habían dejado en su Cuerpo y en su Alma. Contaban Historias de primeras veces, de actos de valentía, de derrotas y guerras ganadas. Viejas cicatrices, otras no tanto, que murmuraban sobre miedos, anhelos y deseos inconfesables. De huidas hacia delante, de la búsqueda constante de Adrenalina al sobrepasar los límites del propio cuerpo, de la pérdida de la inocencia y de las cosquillas en el estómago.

Hastiado de algunos de sus Clientes, Azrael abandonó a su Reflejo y, en un impulso cargado de ira, arrancó el edredón del colchón, como quien desuella a un animal recién cazado. Sin esfuerzo alguno, lo colocó en posición vertical y lo transformó en un saco de boxeo. Un puñetazo fuerte y directo se estampó contra la pared acolchada, seguido de otro, y de otro, y de otro más. Poco a poco, fueron llegando los ganchos, casi desesperados, y, un poco después, se fueron alternando con los crochets. Los golpes fueron rápidos, bruscos y violentos y, asustado, el colchón gimió, incapaz de detener la furia que les imprimía el Demonio.

De pronto, sin esperarlo, su mirada se detuvo sobre el pequeño bote de purpurina azul celeste que descansaba sobre la mesilla. “Fairy Wishes” se podía leer en una diminuta etiqueta decorada con florecillas. Polvo de Hadas para pedir Deseos que de poco le había servido a su Dueña, ya que, tras desoír sus normas, yacía en un macabro sueño eterno bajo las maravillosas aguas de los Acantilados de Howth.

Eran sus Reglan. Y debían cumplirse. Al fin y al cabo, Nadie adelantaba al Guía Del Desfiladero y vivía para contarlo.





Comentarios

  1. Preciosa lectura de nuestros más oscuros pensamientos!
    Azrael, me posee....

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    Respuestas
    1. Aiiiix... Azrael... ¡Seguro que ese Demonio sigue haciendo de las suyas! ¡Y seguro que Nadie puede detenerle!

      ¡Siempre será tuyo! ;)

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  2. Me ha encantado Campanilla, que intenso y bein escrito está. Me alegro de que te visitara las musas, y más me alegro de que lo compartieras con nosotros. Un fuerte abrazo! ; )

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    Respuestas
    1. ¡Aaaay! ¡Es que disfruté muuuucho escribiéndolo! #SeSabe

      ¡Sí! Las Musas se me han mostrado muuucho desde que estuve en Irlanda... ¡Y eso mola cantidad!

      ¡Me encanta que te encante!

      ¡Besillos! ;)

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