Solía tener Recuerdos de otra Vida, como si miles de pequeñas piezas de un puzzle se uniesen en su Mente, dibujando Escenas que debieron pertenecerle en algún momento. Cuando aquello sucedía, extendía sus delgados y delicados brazos, tratando de tocar la superficie de su Memoria con las puntas de sus dedos. Sin embargo, lo único que lograba rozar era el terciopelo azul zafiro de su ataúd. El único lecho que acogía los Sueños de un Espectro condenado a ser un Guardián De Cementerio.