Martes,
de otra Semana Perdida en la Memoria de los Hombres.
En
algún lugar. Lejos de Todo. Cerca de Nada.
Las
campanas de la catedral acaban de marcar las 9:00 y no soy capaz de conciliar
el sueño. Otro día más, rodeada de Luz, de Sol, de Vida… El griterío en el
camping ha cesado hace un buen rato, los pocos que viven aquí, ya han abierto
los ojos al Mundo y se disponen a recorrer sus calles, a la espera de un
milagro que nunca llegará. No son más que desahuciados, proscritos condenados a
vagar por una humanidad que deja mucho que desear… Hombres, mujeres, niños… Que
se niegan a ceder a la desesperanza, que arañan el último suspiro a la ilusión,
que esperan sin saber qué esperar y que, sin embargo, cada día se levantan,
rogando para que su hoy sea diferente, distinto, que tenga sabor a dulces de
invierno y abrigue cuando el frío se apodere de sus noches.
Aunque…
La Luz de esta mañana es mortecina, sombría y un tanto misteriosa. Como una
serpiente venenosa, zigzaguea por las rendijas de la persiana, buscando
diminutos huecos por los que colarse y llegar hasta mí. Se retuerce, juega como
un crío al “corre que te pillo” y, después, cambia de dirección. Tentadora,
lujuriosa, experta en virtudes y secretos, me atrae con su cántico celestial,
pero… Hace siglos que no escucho al Sol, que no me baño entre sus rayos… Y, ¿me
importa? Lo cierto es que no. No hay nada nuevo bajo su fuego abrasador, pues
la Noche lleva siendo la misma Oscuridad desde la primera vez que la abracé.
Dudo que el Día se haya tornado en algo hermoso. Los Días, con sus mañanas y
tardes, solo esconden fantasmas, demonios y espectros que se hacen fuertes
cuando la Luna hace acto de presencia en el firmamento. Nunca se marchan, solo
esperan las horas más bajas de los Hombres para estrujar sus Almas y, cobardes
y huidizos, escapan con la llamada chirriante del despertador.
Los
Seres Humanos se creen poderosos, hábiles, inteligentes. Inmortales e
Invencibles. Los dueños de un Mundo que nunca les ha pertenecido, por el que
pasan desapercibidos, cuyos nombres se funden con el mármol en viejas lápidas
del cementerio, para no ser más que letras inconclusas, sin historia, sin
recuerdo, sin nadie capaz de volver a juntar las palabras que, quizá, en algún
tiempo, les fueron dedicadas. Son débiles. Carcasas de carne, músculo y huesos
que se desgastan a cada instante, polvo y cenizas en lechos de terciopelo
comido por gusanos. Son Olvido. Olvido Eterno. Solo un suspiro efímero en el
estallido de la Vida, de la Creación más escéptica, de los Misterios más místicos
y mágicos.
¡Qué
equivocados están! ¡Qué ciegos al pensar que tendrán todo el Tiempo del Mundo!
Mentiras despiadadas que se dicen a sí mismos, sueños disfrazados de
incertezas, ilusiones desgastadas que se aferran a la mediocridad de una
esperanza moribunda… ¿Cuántos alcanzarán su verdadero Destino? ¿Cuántos morirán
sabiendo que vivieron como realmente quisieron? ¿Cuántos lo han logrado?
Es
extraño, curioso, sorprendente… En mi deambular nocturno, en ese incesante
camino que es la madrugada, mis viejas y desgastadas New Rock se detuvieron
frente a las puertas de la estación de autobuses. El silencio me atrajo de
inmediato. Ese silencio frío, helado, con una pizca de temor, tétrico. Es el
silencio de los que esperan, de los que duermen en bancos como si fueran
príncipes en un lecho de plumas, de los que están muertos, muertos en vida,
pues todo honor, toda dignidad se ha convertido en humillación. No existe la
compasión hacia aquellos que sucumbieron a los placeres del alcohol y las
drogas, hadas ficticias que prometieron la gloria y no tuvieron piedad para
destruir a quienes confiaron en sus poderes. Nadie les ve, nadie les mira, pues
nadie puede soportar ver la desgracia en miradas ajenas, de quienes, una vez,
fueron hombres y mujeres con Sueños despiertos y ansias de vivir.
Tiempo.
Esperando un bus para el que no tenía ni quería billete, observando la Nada
extenderse a través de las dársenas sin orugas de metal y ruedas, mis iris se
detuvieron sobre un reloj y, un instante después, trazaron una línea imaginaria
hacia el siguiente, que, unos metros más allá, me devolvía la misma hora que el
primero y, sin embargo… No era la misma. Pasado, Presente y Futuro se hacía
uno, lo eran Todo, no era Nada. Pero allí estaban, a la vez, pisándose unos a
otros, perdiendo y ganando la carrera del Tiempo. Misma hora. 05:45. Distinto
Tiempo. La aguja de los segundos en el primer aparato iba con retraso, giraba
siguiendo un ritmo acompasado, de minuto a minuto, pero nunca alcanzaría a su
compañera, a su igual, que, en el otro reloj le llevaba ventaja, corría y
corría, haciendo del Presente, Futuro y, del Futuro, Pasado y Presente.
Yo ya
sabía que el Tiempo es caprichoso, ya sabía que la Eternidad se vuelve Nada, y
la Nada, Eternidad… Pero nunca lo vi tan claro, nunca fui tan consciente de la
Vida como en aquel instante.
Di
gracias por no ser mortal, por no ser ya humana, por poder vivir en la
Oscuridad de mi propia Eternidad, en una Noche sin fin… Di gracias por no ser
como Ellos… Porque Ellos… Ellos se limitan a malgastar los Días, olvidan que, a
pesar de que pueda estar escrito el Destino, no son más que marionetas de su
propio Yo, de sus deseos inconfesables, de los sueños que nunca se darán. Son
únicos, son iguales, son especiales, pero… Son débiles. Débiles de Mente, de
Alma, de Corazón. Le temen al sufrimiento, al dolor, a no poder amar, a no ser
amados, a no poder luchar, a caerse sin remedio… Tienen miedo. Todos tienen
miedo. Pero ninguno de Ellos piensa en que, tal vez, su hoy puede ser su último
Día, que su hoy puede ser su último Pasado, Presente y Futuro. Olvidan que la
Muerte les ronda en cada acto, en cada acción, en cada fracción de segundo… Y
al olvidar, ignoran que lo único que pueden hacer para dejar huella en su
Mundo, dentro de sí mismos, es vivir. Vivir antes de que sea tarde y la Huesuda
les imponga un nuevo modo de vida en el Más Allá.
Yo
elegí la Muerte. Y, con la Muerte, llegó la Vida. La Vida sin Alma.
Yo
elegí la Bestia. Ese Monstruo que todos tenemos, que ruge en el estómago cuando
estamos a solas, que es Oscuridad. Pero para ello, uno debe morir. Morir como
humano, morir como persona y estar dispuesto a perder el Alma, el Corazón y
todo sentimiento, sin importar si fue bueno o malo, pues la Bestia es un
Monstruo cruel, cuyo único medio y fin es satisfacer sus necesidades, sus
ansias de sangre, de dolor… Desterrar recuerdos, olvidar que una vez tus
pulmones se llenaron de oxígeno fresco y que tu pecho se hinchó con cada
bocanada de aire; Que la comida solo serán escaparates prohibidos, pues tu paladar
solo se deleitará con el sabor ferroso de un líquido color escarlata, cálido,
plagado de momentos únicos, que no son tuyos, pero que te pertenecerán cuando
tu próxima víctima, alimento vivo, duerma entre tus brazos…
Bestias.
Monstruos. Animales que habitan dentro de los mortales, que un día despiertan y
ya no pueden ser silenciados. Sí. Yo elegí la Bestia. Hastiada, aburrida de
escuchar al Monstruo rugir, de aprender a convivir con sus Sombras, protegiendo
mi Luz de mi misma, en esa eterna lucha de equilibrios. Elegí ser un Vampiro.
Cedí mi oportunidad, cambiando una conciencia y los quebraderos de cabeza por
el No-Sentir. Opciones de Oscuridad… Existen tantos métodos para luchar contra
Ella, como formas tiene de manifestarse.
Algunos
no saben que la tienen, o tal vez sí, pero se niegan a reconocer a la Bestia y,
en sus actos, Ella se hace presente, sin querer queriendo, escondiendo tras el
Bien, el Mal.
Otros…
La tienen desde su más tierna infancia, como un Demonio saltarín que les impide
crecer alejados de las Sombras, que, constantemente, se ciernen sobre ellos.
Vidas injustas, padres que no deberían serlo, golpes del Destino cuando aún son
seres inocentes, que dejan su ingenuidad a un lado, para poder sobrevivir en un
Mundo para el que aún son demasiado pequeños, pero en el que deben crecer con
rapidez, si quieren salir de un barrio en el que estarán condenados. Su
Oscuridad es un arma de doble filo, les permite luchar, pero… Si no aprenden a
convivir con Ella, el fin… El fin será trágico, demasiado trágico.
Existen
unos terceros… Humanos que, tras sucumbir y descubrir su Lado más Oscuro,
necesitan averiguar de qué este hecho, dónde se hallan sus límites, hasta donde
les pueden llevar las Sombras… El camino es largo, sinuoso, y nunca se termina.
Pues nadie puede retornar de la Oscuridad. Solo aceptarla, amoldarse e impedir
que se alimente de su propia Luz, porque siempre hay resquicios, como los de la
ventana de mi vieja caravana, por los que el Sol se cuela, aunque no quiera.
El
Mal es el único que se funde con la Oscuridad. Los Hombres Malos son los únicos
que se confunden con su Bestia. Los únicos que no necesitan morir, los únicos
que no requieren de la Eternidad para cometer actos carentes de sentimientos y
crueldad. Son los únicos que saben que son Monstruos, que son Bestias de
verdad, tatuados de arriba a abajo de Sombras, piel hecha de víctimas inocentes
y no tan inocentes, sin remordimientos, sin necesidad de perdón… Son Vampiros
Vivientes.
Los
Caminos de la Oscuridad son tortuosos, demasiado en algunas ocasiones… Sus
trampas son mortíferas en un primer instante y lecciones muchos instantes
después… Se bifurcan y se enredan, se alejan y regresan, formando un laberinto.
Nadie
escapa del Laberinto.
¿O
sí?
Querido
Lector… Tú que te encuentras en el Laberinto, en ese camino que es la Vida, del
que nunca sabes dónde está el final… ¿Cómo deseas que sea? ¿Dejarás que la
Oscuridad se sacie de ti? ¿Permitirás que la Parca se ría en tu cara? ¿Serás un
instrumento del Mal? ¿Dónde se encuentran las respuestas?
Yo no
lo sé. Yo elegí la Bestia. Elegí la Muerte prematura, antes de que mi hora
llegara y la Huesuda me incluyera en su Lista de Caídos, cogí ventaja y dejé
que mi nombre vagara por los siglos, sembrando Caos y Destrucción, más Muerte,
robando la inocencia de aquellos que una vez tuvieron ingenuidad…
Soy
un Vampiro. Ese es mi nombre. El único que recuerdo, el único que ahora tiene
importancia. Las letras de quién fui, ya no existen, se las llevó el viento,
borrando palabras y dejando que, los que una vez me quisieron, me observen
desde el Cielo, sellando las promesas que, siendo aún Humana y con un corazón
dentro del pecho, dibujaron las sonrisas más hermosas.
¡Oh!
Querido Lector… Tú que lees estas líneas, escritas con sangre de mi sangre, con
la que circula por mis venas, que despierta el latir de un corazón que hace
siglos duerme entre la caja de huesos que son mis costillas… ¿Crees que esto es
Vida?
Nota: Este relato fue publicado en mi cuenta de mi Personaje de Rol en Twitter (@NerharNix) el 28 de Octubre de 2014 http://www.twitlonger.com/show/n_1sdkdgs
¡¡Fascinante!! Saludos.
ResponderEliminar¡¡Oh!! ¡¡Muchísimas gracias!! *-*
EliminarEl Mundo Vampírico... ¡¡Siempre me ha fascinado!! ^^
Un besito ;)
Impresionante, Campanilla. Realmente escribes metida en tu papel, en tu nueva personalidad de vampiro y como tal reflexionas, te preguntas y nos preguntas. La oscuridad y la muerte eterna impregnan todo el texto, y cuando una lleva un rato leyendo encuentra de lo más natural preguntarse si también querría ser un vampiro... Además está magníficamente bien escrito, una delicia!!
ResponderEliminarSi se admiten aplausos, yo aplaudo hasta que me duelan las manos.
Un beso nocturno!
Me ha encantado, te invita a reflexionar, muy bien escrito, te engancha desde el principio. Un beso guapa.
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